Escuchar las Voces de los Ríos

Autora: Elizabeth Gallon Droste,  (PhD Candidate – IRTG „Temporalities of Future in Latin America“)

 

Dicen que cuando el río suena, es porque piedras lleva…

 

Donde nace el Río Atrato, Colombia, febrero 2020, © Elizabeth Gallon Droste

Con el Proceso de Paz en Colombia se abrió un camino en el que no solo las víctimas del conflicto armado están en proceso de ser reconocidas y escuchadas, sino también los territorios y los cuerpos, los ríos y la naturaleza. La cuenca del río Atrato en el departamento del Chocó, fue reconocida como Sujeto de Derechos en el año 2016, el mismo año en el que se firmó el Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC-EP. Reconocer a los ríos y los territorios es un llamado de atención que viene haciendo el movimiento Ríos Vivos Colombia desde hace varios años y son quienes propusieron en el año 2014 para el punto 5 “Víctimas“ del Acuerdo de Paz, “la creación de una Comisión de la Verdad Ambiental que establezca los daños que el conflicto armado y sus actores le han generado a la naturaleza, genere directrices para su reparación y garantías a la no repetición en términos ambientales y sociales”.

Río Atrato, Colombia, Febrero 2020,
© Elizabeth Gallon Droste

En esta línea, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) reconoció en el 2019 al medio ambiente como víctima del conflicto armado en Colombia. Con ello se iniciarán investigaciones en las que se podrán determinar las alteraciones y los efectos temporales y permanentes ocasionados a los ecosistemas que repercuten a todo el territorio nacional y buscar su reparación. Reconocer al territorio como víctima es reconocer también, que en el centro del conflicto en Colombia está justamente éste. Se trata de sus riquezas que no son reconocidas como interdependientes con todos los seres que coexisten allí, sino sólo como recursos que deben ser dominados, expropiados y explotados con un hambre voraz de su adquisición en lo inmediato, sin importar las repercusiones que estos actos puedan tener tanto en lo ambiental como en lo social, ni en el presente ni a largo plazo.

Río Atrato bajando , Colombia, Marzo 2020, © Elizabeth Gallon Droste

 

Escuchar la voz del paisaje y reconocerlo como, en algunos casos, el único testigo de lo que sucedió en el marco de violaciones a derechos humanos y ambientales, es algo que el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) también viene trabajando. En la reconstrucción de los hechos y hacer memoria, se busca en los paisajes escuchar murmullos y silencios, desde voces plurales y corales, a través de suspiros que han quedado impregnados en múltiples rinconces del territorio, en árboles y ríos. Precisamente en la primera gran exposición del Museo de Memoria de Colombia “Voces para transformar a Colombia”, se identificó, la TIERRA, el AGUA y el CUERPO, como los ejes estructurantes de ésta. Los antropólogos Diego Cagueña y Freddy Guerrero sostienen en su artículo “Hasta los ríos hablan y hacen memoria“ que el “darle un lugar a la memoria de los ríos, los árboles, los caminos o las ruinas, no es una cuestión “literaria” sino de justicia.“ Desde el CNMH también se han aproximado al paisaje como actor, a través de una investigación titulada “Recorridos por los paisajes de la violencia en Colombia“, la cual hace un ejercicio de oir estas voces y se pregunta, „si los árboles, los ríos, los caminos y las ruinas hablaran, ¿qué nos contarían sobre la guerra? “. Este tipo de preguntas, también se están planteando en la antropología más allá de lo humano, donde, através de los paisajes, las ruinas y sus fantasmas, se pueden percibir los trazos y entrelazamientos de pasados, presentes y futuros asimétricos, sobrepuestos y contestados entre múltiples seres (Tsing et al., 2017).

Río Atrato, Colombia, Marzo 2020, © Elizabeth Gallon Droste

El río Atrato fue el primer río en Colombia y el tercero en el mundo, al que se le reconocieron derechos bioculturales para proteger a su cuenca y a los seres que cohabitan con esta, de la devastación ambiental por la minería informal de oro y platino, y de la intoxicación con mercurio y otros químicos, así como de la deforestación incontrolada, la violencia y los conflictos socio-ambientales que genera la disputa por el control de los territorios y la explotación de la naturaleza. Desde el reconocimiento del río Atrato como Sujeto de Derechos en el 2016, se han reconocido otros ocho ríos en Colombia. En este sentido, el reconocimiento de la cuenca del Atrato como sujeto de derechos y reconocer a Las y Los Guardianes del Atrato como las Voces del Atrato para que este sea escuchado y protegido, se enmarca en un momento específico de Colombia y del mundo, en el que se busca dar cuenta de las relaciones interdependentes que se tiene con los territorios y con todos los seres, dado que lo que le afecta a los territorios y a los ríos, le afecta a todos los cuerpos que se relacionan con estos.

Escuchar las voces de los ríos y del territorio, como lo propone el escritor y geólogo Ignacio Piedrahíta, es navegar el proceso de construcción del futuro pacífico que se anhela para Colombia, así como una invitación a Sentipensar con la Tierra (Escobar, 2014). Reconocer a los ríos como sujetos de derechos, como víctimas del conflicto armado, o como las voces que debemos escuchar para hacer memoria, nos invita a identificar, transformar y re-imaginar las relaciones con todos los seres y los territorios, con los cuerpos agua con los que coexistimos, y de los que dependemos no sólo nosotros, sino múltiples seres.

 

Bibliografía

Centro Nacional de Memoria Histórica (2018), Narrativas de la guerra a través del paisaje, Bogotá, CNMH.

Escobar, A. (2014). Sentipensar con la Tierra: Postdesarrollo y Diferencia Radical. Medellín: Universidad Autónoma Latinoamericana.

Piedrahíta, I. (2019). La Verdad de los Ríos. Bogotá: Arcadia.

Tsing, A. et al. (2017). Arts of Living on a Damaged Planet. Minneapolis: University of Minnesota Press.