Memoria y construcción de paz: Reseña de un conversatorio con líderes sociales

Autor: Anderson Sandoval  (Masterstudiengang Interdisziplinäre Lateinamerikastudien)

 

El LAI es más que enseñanza e investigación. Sus aulas también son un espacio para las voces de activistas y artistas comprometidos con la construcción de paz en Colombia. Muestra de esto dejan el evento organizado “¡La paz es nuestra! Arte, comunidad y memoria” (septiembre 30 de 2019). En este conversatorio se examinó el concepto de Memoria como factor fundamental de la construcción de paz. El evento enmarcado en un programa de residencias artísticas contó con el apoyo económico de las Fundaciones Brot für die Welt, el ministerio de Cultura colombiano y la Embajada alemana en Colombia. Fue coordinado por los colectivos artísticos Kunstrial y El Kruce y fue acogido en LAI por la representación estudiantil del LAI (FSI-LAI).

Esta reseña condensa, primero, un acercamiento a cómo los monumentos crean un relato que no refleja la historia de las comunidades; segundo, un ejercicio de memoria sobre un proceso de paz territorial exitoso en los años 90; tercero, el esfuerzo de los y las excombatientes por superar al conflicto en la Guajira; cuarto, la forma en la que el arte ha sido una expresión de la memoria de las guerrillas y por ultimo una corta apreciación a manera de conclusión.  

Presentes en la discusión estuvieron Ovidio Paya (Líder indígena Nasa del Tolima), Liliana Valencia (Artista, activista y excombatiente), Laura Malagón (Historiadora del LAI) y Julián Santana (artista plástico y director de la plataforma El Kruce).

 

El arte de transformar

SINcronias del TERritorio y la MEmoria en Residencia SINTEMER fue el nombre que recibió el programa de residencias creado por El Kruce y Kunstrial e.V. En el marco de este programa artistas colombianos se alojaron en Alemania durante poco más de un mes. Julián Santana, artista y director de El Kruce explica que “SINTEMER tenía como propósito llevar las expresiones artísticas más allá de la polarización política con el objetivo de mantener un espacio en el que no haya temor a pesar de la situación actual en Colombia” con esto él se refiere al actual asesinato sistemático de más de 460 líderes sociales en todo el territorio colombiano desde la firma de los acuerdo de paz. Los residentes de este programa fueron Ovidio Paya y Liliana Valencia, su obra: la construcción de paz.

Lo que a primera vista llama la atención es que los residentes del programa no son artistas en el sentido estricto de la palabra. El concepto de arte de este programa de residencias se propone descolonizar el concepto de arte. SINTEMER “entiende que cada ser humano desde su ámbito puede ser un artista. Así, los líderes sociales, quienes trabajan por la paz y logran influir desde sus propias comunidades, logran un producto que es digno de darse a conocer.” Así, se entiende a los líderes sociales como artistas en la medida en que crean obras dignas de admiración y reconocimiento del mismo. La construcción de paz y la superación de la violencia son la obra en cuestión en esta ocasión.

Los monumentos de la memoria: ¿Quién cuenta la historia del conflicto?

El monumento “Fragmentos” de Doris Salcedo, es considerado un monumento emblemático que narra el conflicto armado en Colombia. “Fragmentos”  conmemora el fin del conflicto y recuerda a las víctimas que este dejó. Este bloque de metal fundido con las armas de la extinta guerrilla de las FARC pasará a la historia del arte colombiano por ser una pieza artística que rechaza la idea de enaltecer el pasado bélico de una nación y, en cambio, transmitir el vacío, silencio y ausencia de las víctimas que ha dejado más de medio siglo de violencia política. En el centro de Bogotá, este pretende recordar el capítulo más triste de la historia del país y refuerza, junto con los innumerables monumentos que adornan la capital colombiana, el gran relato que es la historia de la nación. Estos relatos, sin embargo, son una cara -la más visible- de la forma en la que Colombia ha buscado superar el conflicto. La otra cara – esa que no se puede encontrar en las agendas de gobierno ni en los monumentos de la capital- está en las comunidades y en sus territorios, quienes han buscado la paz desde procesos locales desde mucho antes de que Juan Manuel Santos y Timochenko se estrecharan la mano en Cuba.

Lejos de cuestionar el valor artístico Julián Santana se pregunta ¿Cómo se está relatando el conflicto armado?, ¿qué papel jugaron las victimas a la hora de decidir cómo se vería el monumento que las conmemoraría?, ¿quién decidió cómo plasmar la memoria del conflicto? Es inevitable preguntarse por la forma en la que se inscribirán los nombres de quienes sufrieron el conflicto en las paredes frías y desoladas de Fragmentos y lo que dirán esos negros bloques de metal sobre el anhelo y el esfuerzo de las comunidades por poner fin al conflicto ya años antes de las conversaciones de la Habana; “no dice nada”.

Julián explica que uno de los problemas de Fragmentos es que no está pensado como un espacio para la memoria en los territorios y no tiene nada que decir sobre procesos de construcción de paz que han desarrollado las comunidades. Plasma el conflicto como una vacua superficie de tristeza en donde Colombia es una víctima ausente. Añade que las víctimas de la violencia nunca han estado ausentes. De la mano de la tragedia y la tristeza expresada por fragmentos “siempre ha habido un esfuerzo por acabar con el flagelo de la guerra”. Las comunidades en sus territorios parecen ser invisibles en la memoria del conflicto y con ello se crea la ilusión de que la paz solo puede ser construida desde arriba, como la decisión de importantes figuras en el panorama político.  SINTEMER quiere demostrar que la historia del conflicto no está completa con la interpretación de Fragmentos, pues el conflicto ha estado siempre acompañado por la búsqueda de paz, hecha memoria en este conversatorio.

El acuerdo Nasa wes’x – FARC: más de 20 años de paz

20 años antes de la firma de los acuerdos de la Habana, la comunidad indígena Nasa ya había alcanzado a superar problemas como el homicidio, reclutamiento forzado y el fuego cruzado entre el ejército y la guerrilla. Por iniciativa de tres líderes indígenas Nasa – y basados en los derechos de autodeterminación de los pueblos indígenas reconocidos por la Constitución de 1991 – el resguardo indígena inició un proceso de conversación de dos años con la guerrilla, que concluyó con un pacto que se ha renovado anualmente hasta el día de hoy. Ovidio Paya es uno de esos tres líderes de proceso de paz de Gaitanía y relata la experiencia en el conversatorio SINTEMER. Anota que en el 2016 la noticia de los acuerdos de paz no significó nada nuevo para él. La paz ya era una vieja conocida.

Al reconocer que el cabildo como entidad autodeterminada tenía la autoridad legal para negociar con la guerrilla, la comunidad Nasa Wex’s decidió tomar la iniciativa de superar el conflicto por sí misma, pues la paz a nivel nacional no estaba en el panorama. Así, en el año 1996 se firmó un acuerdo de paz entre los indígenas Nasa y el frente 21 de a las FARC en el corregimiento de Gaitanía, municipio de Planadas; lugar donde nació la guerrilla más vieja de América.

Ovidio dice: “La guerra no era nuestra pero podíamos acabarla en nuestro territorio y lo hicimos”. Entre 1995 y 1996 Ovidio codirigió las conversaciones con los jefes guerrilleros de la zona con quienes llegó a un acuerdo que se convirtió en un hito en la historia del municipio. Desde entonces el conflicto que a nivel nacional duraría otros 22 años, ya era un asunto superado.

Hoy, luego de 23 años de la firma de acuerdo de paz, Ovidio mantiene vivo el relato de aquel proceso de paz en medio de la década más violenta del país. Ovidio fue invitado a la Habana para compartir esta experiencia del exitoso proceso de paz con los negociadores.

Pedagogía y activismo por la paz en la Guajira: De las armas a la paz

Liliana es Filósofa, artista y excombatiente de las FARC. Ha dejado las armas y ahora es activista por la paz en el departamento de la Guajira, región desértica al norte del país. Desde que se desmovilizó Liliana vive en el espacio territorial de capacitación y reincorporación (ETCR) Amaury Rodríguez en la vereda de Pondores.

Liliana recuerda que luego del acuerdo de paz de 2016 ella participó en las acciones llamadas “Conejazos”, cuyo nombre se debe al municipio de la Guajira donde se llevaron a cabo. Estas eran acciones de pedagogía realizadas por las FARC en 2016 para dar a conocer a la comunidad los avances del acuerdo de paz con el gobierno. Aunque estas acciones fueron difundidas por los medios de comunicación masivos como una acción de “política con armas” los Conejazos fueron la única experiencia que la comunidad de este municipio de la Guajira recibió en materia de pedagogía para la paz.

Liliana también codirigió un proyecto cofinanciado por la UNESCO para reconciliar a los habitantes de municipio con los antiguos combatientes de la desmovilizada guerrilla. Su objetivo era educar a la comunidad para salvaguardar el patrimonio cultural inmaterial expresado en tradiciones e historias de la región perdidos por la presencia del conflicto en la zona. Con este ejercicio de memoria la comunidad logró desenterrar tradiciones e historia común que visibilizaron lo “intrincada que estaba la comunidad y la guerrilla” dice la activista. Salvaguardar el patrimonio inmaterial en común entre la antigua guerrilla y la comunidad “creó más solidaridad frente a la reincorporación de los excombatientes en la sociedad y ha ayudado a superar la dicotomía de víctimas y victimarios.”

Territorio, música y resistencia

Con el proceso de paz que culminó en 2016 Colombia empezó a humanizar de nuevo a las FARC. El gobierno reconoció su carácter político. Por esa misma época aparecen en las redes sociales imágenes que desafían la idea de que el único instrumento de la guerrilla eran las armas que empuñaban. Poco a poco empezó a dejarse notar de nuevo el tinte campesino y multiétnico de colombianos y colombianas que conformaban la guerrilla. La música empezó a circular en redes sociales. Laura Malagón, investigadora, explica este fenómeno e indica como éste es un medio para la trasmisión de la memoria de los ideales y la cotidianidad de las FARC durante su época de lucha.

Laura explica que la música cumplía varias funciones para la colectividad fariana y se constituía como un oficio más al interior de la guerrilla. Los artistas, algunos con conocimientos musicales previos y otros formados musicalmente al interior de las FARC, ofrecían conciertos para los demás guerrilleros y para la población civil. En este sentido la música era un elemento integrador a nivel interno que cohesionaba y mantenía la moral en los momentos difíciles de la guerra. Además, era un canal de comunicación con el exterior de la guerrilla a nivel regional, dado que las presentaciones y los espacios de aprendizaje musical fungían de punto de encuentro entre las FARC y las comunidades.

La música muestra el vínculo territorial de la guerrilla por medio de ritmos asociados a regiones específicas, lo que contribuye a deshacer la percibida otredad de las FARC respecto a la sociedad; no estuvieron nunca separadas. Al identificar ritmos y acentos en los videos musicales compartidos por los músicos farianos se pueden identificar también tintes de identidad regional que va más allá del ser o no ser guerrillero y que, más bien, habla del origen de los músicos farianos como pertenecientes a las distintas regiones del país.

“Pero el arte no sólo interviene a nivel cognitivo” dice Laura, “sino también a nivel emocional”. Esta música transmite las ideas sobre el marxismo y la revolución al mismo tiempo tematiza la vida cotidiana de los guerrilleros y nos narra cómo se cocina en tiempos de guerra, cómo se vive y cómo se enamoran los y las combatientes. La paz como objetivo final también se hace presente. Gracias a la presencia en las redes sociales, hoy estas expresiones artísticas perviven como memoria de la variedad cultural en la extinta guerrilla.

Conclusión

La memoria construye paz. Sea como expresión artística, como experiencia contada o como patrimonio inmaterial, este ejercicio ha demostrado ser vital para mostrar que el anhelo de paz en Colombia ha sido una lucha constante de las comunidades desde sus territorios. El ejercicio de dar voz a los actores de la construcción de paz lleva a la humanización de los actores de un conflicto cuya narración desde una mirada centralista suele ser arbitraria y totalizante. La paz con las FARC también se hizo se hace y se hará por las comunidades desde sus territorios.