Einführung zum Gedichtband Fiat lux mit Gedichtübersetzungen und Vorworten der Autorin Paula Abramo
Übersetzungen und Kommentare auf Deutsch und Spanisch von
Carlota M. Eisenhuth
Konstantin Bez
Chandeny de la Rosa
Sophia López Schwarz
Henriette Rumpenhorst
Katharina Sonnberg
Sobre la escritura de Fiat Lux En 2008, tras la lectura de una entrevista que le hicieron en los años ochenta a mi abuelo, Fúlvio Abramo, me surgió la idea de escribir una serie de poemas en los que indagara no sólo la historia de mi familia, marcada por más de un siglo de exilios (desde mi tatarabuelo hasta mi padre), sino mi propia relación con esa misma historia y con Brasil, que fue donde tuvieron lugar varios de sus más importantes episodios. Mi abuelo Fúlvio fue uno de los primeros trostskistas brasileños, miembro de un grupo de la llamada Oposición de Izquierda durante los años treinta. En la entrevista en cuestión, relataba su papel como uno de los líderes del Frente Único Antifascista que, en 1934, dispersó por la vía de las armas una manifestación de la Acción Integralista Brasileña (fascista). El episodio, que terminó con la victoria del Frente Único y la desbandada de los integralistas, se conoce en la historia brasileña como la „Batalla de la plaza de Sé“ o, más popularmente, „la desbandada de las gallinas verdes“. En particular, fue una frase de mi abuelo en la entrevista la que detonó la escritura del primer poema y de todos los que le siguieron: „la que llevó las armas fue mi mujer, Anna, que era obrera en una fábrica de fósforos“. Fue ésta chispa la que encendió el primer cerillo y que me puso a investigar cómo era la producción de fósforos en el Brasil de principios del siglo XX, cuando la legislación laboral era escasa y precaria y los empleadores podían echar mano del trabajo infantil, pagando menor salario. El país se industrializaba: grandes empresas internacionales compraban las pequeñas fabriquitas de fósforos locales. Era el caso de la compañía Sweedish Match, en cuyas plantas ahora sé que es poco probable que mi abuela hubiera trabajado, pero que me ofreció el regalo del título Fiat Lux. Éste es el nombre de la marca con que la empresa opera en Brasil hasta nuestros días y es en sí mismo un hallazgo poético, pues mete en el cuerpo minúsculo, enjuto y efímero de los fósforos la grandilocuencia de la creación del universo según el Génesis. Fue así como la figura del fósforo y del fuego, como un elemento identificado con la vida humana y con la rebeldía (véanse Lucifer y Prometeo), se convirtió en el hilo conductor que dio estructura al libro. La reflexión en torno a los objetos concretos y cotidianos, no por pequeños menos atravesados por la historia, la economía, la política y el lenguaje, era algo que me interesaba particularmente en un momento en el que leía y traducía el Poema Sucio, de Ferreira Gullar, y en el que de algún modo en México los poetas nacidos en los 60 y 70 cuestionábamos el recurso excesivo a un léxico abstracto y un registro sublime que marcaba la poesía mexicana de la década de 1990. Fiat Lux es resultado de esas discusiones y del proceso de investigación desatado por esa premisa poético-política: la de pensar en los objetos concretos y en la forma en que marcan la vida de quienes los han producido y consumido, ahora o a lo largo de la historia. Quise también recuperar la historia de mi abuela Anna Stefania Lauff, que, a diferencia de la de mi abuelo, dejó pocos registros escritos, como suele suceder con la historia de las mujeres y de los miembros de la clase trabajadora. Ella era una migrante nacida en lo que hoy es Rumanía, hija de un albañil que llegó a ser miembro del Ejército Rojo y a recorrer el frente junto con Trotsky durante la Guerra Civil Rusa en el famoso tren blindado. Ella y su familia llegaron a Brasil en los años 20 y se incorporaron enseguida como mano de obra al mercado de trabajo. Mi abuela fue obrera en diversos ramos (fosforera, zapatera), empleada doméstica y, finalmente, enfermera. De acuerdo con un militante que convivió con mi abuelo en sus últimos años (Alexandre Linares), ella y sus hermanas habían recibido preparación militar de su padre y no sólo llevaron las armas a la Batalla de la plaza de Sé, sino que combatieron en la primera línea a los fascistas. Su historia está muy poco documentada y ella misma no solía hablar de estos episodios. Fiat lux está hecho también de estos misterios y de las partes de la historia que se perdieron y yo quise recrear para acercarme a una historia que ni fue mía ni viví de manera particularmente cercana, por las distancias que los subsiguientes exilios impusieron, pero por la que siento un enorme respeto. Ya por aquí se ve que las fuentes del libro son anécdotas, entrevistas e investigaciones sobre temas específicos, pero también hay que mencionar que una parte sustancial del material que lo nutrió son las cartas que mi abuelo escribió a lo largo de las décadas de 1930 y 1940. Recibí estos documentos de mi tía Alcione Abramo, que a su vez los rescató de entre los papeles que Lélia, hermana de mi abuelo, dejó al morir. El conjunto de cartas cubre un arco temporal que pasa por los encarcelamientos que sufrió mi abuelo debido a la persecución a comunistas emprendida por Getúlio Vargas, por su partida al exilio en Bolivia y su lucha por la sobrevivencia en ese país. Una característica de todas estas cartas es el hecho de que todos los nombres están en clave, desde los de Fúlvio y Anna, que en Bolivia vivieron bajo nombres falsos (Emilia y Marcelo di Abiamo du Nancy), hasta los de los destinatarios y de casi todas las personas mencionadas. Las caligrafías (cuando las cartas no están escritas a máquina) también son disímiles. Cuando consulté al historiador Dainis Karepovs sobre este aspecto y sobre mis dudas acerca de la autoría de todas esas cartas (a veces firmadas con nombres distintos), él me explicó que Fúlvio era experto en imitar caligrafías ajenas. Según me explicó Karepovs, esto, en sus tiempos de cárcel, le sirvió para asumir la autoría de cartas que la policía confiscaba y no incriminar a nadie durante los interrogatorios a los que lo sometían. Y durante el exilio le sirvió, probablemente, para despistar. Así, las características materiales de las cartas, el papel finísimo en que estaban escritas, la ausencia de los acentos de una lengua por estar escritas en el teclado de una máquina hecha para otra, sus diálogos con el ocultamiento, la clandestinidad y la censura, son aspectos que me pareció que podrían enriquecer al libro. Muchas imágenes de Fiat Lux están tomadas de esas cartas, en las que mi abuelo daba rienda suelta a su estilo, cercano al de los viajeros y exploradores decimonónicos, para narrar, como si se tratara de aventuras de novela, las dificultades que encontraba para sobrevivir en el exilio y los paisajes que iba conociendo en la accidentada geografía boliviana. Es el caso de la carta en que relata su travesía a pie, conduciendo un carro de bueyes, a través del Chaco boliviano. La exaltación ante la flora y la fauna del Chaco parece un mecanismo para lidiar con las penalidades del camino y la incertidumbre del futuro en un país desconocido y bajo una falsa identidad: Imagínate un camino así, rodeado de árboles, millones de árboles, de todas las formas posibles de imaginar y dibujar (…). Millones de cactus, desde los altos, de 25 a 30 metros, llamados “caracorés”, solemnes como columnatas, erguidos en el aire, inmensas velas de cera, hasta los minúsculos, como líquenes, desde los finos y esbeltos hasta los redondos, panzones, verdaderos barriles espinosos, casi animales por la turgencia de sus gajos, aureolados de coronas de espinas rojas. Durante el viaje, estaban en su época de florecimiento y fructificación. Vi, por ese motivo, las flores más insólitas (…). Y había flores de colores tan violentos que a 500 metros aparecían, ésta es la expresión, aparecían ante la vista como un golpe. El mismo recorrido, pero realizado varios años después y de regreso a Brasil fue descrito por Anna Stefania en términos muy distintos, en una carta fechada en 1987 y dirigida a su hijo, exiliado en México: Me acuerdo de ese viaje en todos sus detalles. Me acuerdo de un lugar en el que nos detuvimos. Ya había anochecido, había varias casitas de indios pobres y entramos a una de ellas. Había varios adultos y pocos niños, varias hamacas colgadas y, en una de ellas, una mujer enferma, ardiendo en fiebre. No estaba vieja, tal vez ni hubiera alcanzado la mediana edad, pero, enferma y muy flaca, parecía mucho más anciana de lo que realmente era. Parecía tener neumonía, porque respiraba con dificultad. Estaba ahí y nada podía hacerse por ella, lejos de todo y sin recursos; sólo quedaba esperar a que llegara la muerte En esa misma carta, Anna se lamenta de la falta de memoria histórica. Refiriéndose a la dictadura militar brasileña, que se extendió de 1964 a 1965, dice: „Aquí nadie se acuerda de nada, y como no se acuerdan, no les transmiten nada a los jóvenes (…). El tiempo pasó, pero los que pasaron por eso no lo van a olvidar.“ La historia reciente brasileña muestra los devastadores efectos de esta falta de memoria. Fiat lux es un intento de recordar algunas de las historias de lucha en el Brasil del siglo XX, y trata de seguir el consejo reiterado por Fúlvio en muchas cartas: „no mirar tanto hacia adentro“, para mejor mirar el mundo y a los otros. Paula Abramo Ciudad de México, Marzo de 2021. |
Über das Schreiben von Fiat Lux Nachdem ich 2008 ein Interview mit meinem Großvater Fúlvio Abramo aus den 80er Jahren gelesen hatte, kam mir die Idee eine Reihe von Gedichten zu schreiben, in denen ich nicht nur der Geschichte meiner Familie, die durch mehr als ein Jahrhundert der Exilerfahrungen (von meinem Ururgroßvater bis zu meinem Vater) geprägt war, sondern auch meiner eigenen Beziehung zu dieser Geschichte und zu Brasilien, wo einige ihrer wichtigsten Episoden stattfanden, nachspüren wollte. Mein Großvater Fúlvio war einer der ersten brasilianischen Trotzkisten und während der 30er Jahre Mitglied einer Gruppe der sogenannten Oposición de Izquierda. Im erwähnten Interview berichtete er von seiner Rolle als einer der Anführer der Frente Único Antifascista, die 1943 eine Demonstration der faschistischen Acción Integralista Brasileña mittels Waffengewalt zersprengte. Die Episode, die mit dem Sieg der Frente Ùnico und der Zerstreuung der Integralistas endete, wurde in der brasilianischen Geschichte als Batalla de la plaza de Sé, oder im Volksmund auch als „überstürzte Flucht der grünen Hühner“ bekannt. Insbesondere ein Satz aus dem Interview mit meinem Großvater gab den Anstoß zum Verfassen des ersten und infolge der weiteren Gedichte: „Die, die die Waffen trug war meine Frau, Anna, die Arbeiterin in einer Zündholzfabrik war“. Dies war der Funken, der das erste Streichholz entzündete und mich dazu brachte die Produktionsbedingungen der Zündholzherstellung in Brasilien zu Beginn des 20. Jahrhunderts zu recherchieren, als die Arbeitsgesetzgebung mangelhaft und prekär war und die Arbeitgeber auf Kinderarbeit zurückgreifen konnten, um geringere Löhne zu zahlen. Das Land industrialisierte sich: Große internationale Unternehmen kauften die kleinen lokalen Zündholzfabriken auf. Es war der Fall der Firma Swedish Match, in deren Werken meine Großmutter nach meinem heutigen Kenntnisstand zwar höchstwahrscheinlich nicht gearbeitet hatte, der mir aber das Geschenk des Titels Fiat Lux machte. Dies ist der Markenname, mit dem das Unternehmen bis heute in Brasilien operiert, und stellt an sich schon einen poetischen Fund dar, da er in den winzigen, dürren und vergänglichen Körper der Zündhölzer die große Geste der Erschaffung des Universums nach dem Buch Genesis[1] setzt. So wurde die Figur des Zündholzes und des Feuers, als ein mit dem menschlichen Leben und der Widerständigkeit (siehe Luzifer und Prometheus) identifiziertes Element, zum roten Faden, der dem Buch Struktur verlieh. Das Nachdenken über konkrete und kleine Objekte, die trotz ihrer Alltäglichkeit nicht weniger von Geschichte, Wirtschaft, Politik und Sprache durchdrungen sind, war etwas, das mich in dem Moment besonders interessierte, als ich das Schmutziges Gedicht von Ferreira Gullar las und übersetzte, und in dem wir, die in den sechziger und siebziger Jahren in Mexiko geborenen Dichter, den exzessiven Rückgriff auf einen abstrakten Wortschatz und ein erhabenes Register, welche die mexikanische Lyrik der 1990er Jahre auszeichnete, infrage stellten. Fiat Lux ist das Resultat dieser Diskussionen, sowie eines Nachforschungsprozesses, der ausgelöst wurde durch die poetisch-politische Prämisse eines Denkens in konkreten Objekten und in der Weise, das Leben derjenigen prägte, die sie im Laufe der Geschichte produziert und konsumiert haben. Ich wollte auch die Geschichte meiner Großmutter Anna Stefania Lauff zu Tage fördern, die im Gegensatz zu meinem Großvater wenig schriftliche Zeugnisse hinterließ, wie dies für die Geschichte der Frauen und der ArbeiterInnen üblich war. Sie war eine Migrantin, die im heutigen Rumänien als Tochter eines Maurers geboren wurde, der im Dienst der Roten Armee neben Trotsky im berühmten gepanzerten Zug die Front des russischen Bürgerkriegs überquerte. Sie und ihre Familie kamen in den dreißiger Jahren nach Brasilien und gliederten sich direkt (als Arbeitskräfte) in den Arbeitsmarkt ein. Meine Großmutter arbeitete in verschiedenen Branchen, in der Zündholzherstellung, als Schuhmacherin, Hausangestellte und schließlich als Krankenschwester. In Übereinkunft mit einem Widerstandskämpfer (Alexandre Linares), der mit meinem Großvater in dessen letzten Jahren zusammenlebte, hatten sie und ihre Schwestern eine militärische Ausbildung von ihrem Vater erhalten und trugen nicht nur die Waffen zur Batalla de la plaza de Sé, sondern kämpften auch an vorderster Front gegen die Faschisten. Ihre Geschichte ist nur wenig dokumentiert und sie selbst pflegte nicht von diesen Episoden zu sprechen. Fiat Lux besteht auch aus diesen Geheimnissen und den Anteilen der Geschichte, die verloren gegangen sind und die ich versucht habe zu rekonstruieren, um mich an eine Geschichte anzunähern, die weder meine war noch von mir, aufgrund der Distanzen, die die nachfolgenden Exile erzwangen, aus unmittelbarer Nähe erlebt wurde, für die ich jedoch einen enormen Respekt empfinde. Hier zeigt sich bereits, dass die Quellen des Buches Anekdoten, Interviews und Nachforschungen zu bestimmten Themen sind, trotzdem muss auch erwähnt werden, dass ein substanzieller Teil des Materials, das die Arbeit speiste, die Briefe meines Großvaters aus den 1930er und 1940er Jahren sind. Ich erhielt diese Dokumente von meiner Tante Alcione Abramo, die sie ihrerseits aus den Papieren rettete, die Lélia, die Schwester meiner Großmutter, nach ihrem Tod hinterließ. Die Ansammlung von Briefen deckt eine Zeitspanne, ab von den Inhaftierungen meines Großvaters aufgrund der von Getúlio Vargas eingeleiteten Verfolgungen der Kommunisten, über seine Abreise ins bolivianische Exil, bis zu seinem Kampf ums Überleben in diesem Land. Ein Charakteristikum aller Briefe ist die Tatsache, dass alle Namen verschlüsselt sind, von Fúlvio und Anna, die in Bolivien unter falschen Namen lebten (Emilia und Marcelo di Abiamo du Nancy), bis zu den Adressaten und fast allen erwähnten Personen. Auch die Kalligraphien sind, wenn die Briefe nicht maschinengeschrieben sind, verschieden. Als ich den Historiker Dainis Karepovs dazu und zu meinen Fragen hinsichtlich der Autorenschaft all dieser (teilweise mit unterschiedlichen Namen unterschriebenen) Briefe um Rat bat, erklärte er mir, dass Fúlvio Experte im Imitieren fremder Handschriften war. Nach Karepovs Einschätzung diente ihm dies in seiner Haftzeit dazu, die Urheberschaft von Briefen, die die Polizei konfiszierte, zu übernehmen und bei den Verhören, niemanden zu beschuldigen. Und während des Exils konnte er so wahrscheinlich seine Spuren verwischen. So sind die materiellen Eigenschaften der Briefe, das feine Papier auf dem sie geschrieben waren, das Fehlen der Akzente einer Sprache, geschrieben auf der Tastatur einer Schreibmaschine für eine andere Sprache, ihre Zwiegespräche mit der Verheimlichung, dem Untergrund, und der Zensur, Aspekte, die, wie es mir schien, das Buch bereichern könnten. Viele der Bilder in Fiat Lux stammen aus diesen Briefen, in denen mein Großvater seinem Stil, ähnlich dem der Reisenden und Entdecker des 19. Jahrhunderts, freien Lauf ließ, um, als handele es sich um Romanabenteuer, von den Schwierigkeiten zu erzählen, mit denen er im Exil konfrontiert war, und von den Landschaften, die er in der unwegsamen bolivianischen Geographie kennenlernte. So beispielsweise in dem Brief, in dem er von seiner Durchquerung des bolivianischen Chaco, zu Fuß und ein Ochsengespann lenkend, erzählte. Die Begeisterung für Flora und Fauna des Chaco scheint ein Mechanismus zu sein, um gegen die Strapazen des Weges und die Ungewissheit einer Zukunft unter falschem Namen in einem unbekannten Land anzukämpfen: Stell dir einen solchen Weg vor, umgeben von Bäumen, Millionen von Bäumen jeglicher Form, die du dir nur vorstellen oder ausmalen kannst (…). Millionen von Kakteen, von den 25 bis 30 Meter hohen sogenannten ‘caracorés’, feierlich wie Säulen, die aufrecht, immensen Wachskerzen gleich, in die Höhe ragen, bis zu den Winzigen, Flechtenartigen, von den Feinen und Schlanken zu den Runden, Dickbäuchigen, wahren Stachelfässern, die fast wie Tiere wirken, durch die Turgeszenz ihrer Segmente, die mit einem Heiligenschein roter Dornenkronen umgeben sind. Während der Reise standen sie in Blüte und Fruchtbildung. Aus diesem Grund sah ich die außergewöhnlichsten Blüten (…). Und es gab Blüten von solch gewaltigen Farben, dass sie auf 500 Meter herausstachen, dies ist der Ausdruck, sie tauchten vor dem Auge auf wie ein Schlag. Dieselbe Strecke, begangen jedoch Jahre später und auf dem Rückweg nach Brasilien, wurde von Anna Stefania in einem Brief, der auf das Jahr 1987 datiert ist und sich an ihren exilierten Sohn in Mexiko richtet, in ganz anderen Worten beschrieben: Ich erinnere mich an diese Reise in allen Details. Ich erinnere mich an einen Ort, an dem wir Halt machten. Es war schon dunkel geworden, und wir traten in eine der ärmlichen Indiohütten ein. Im Innern befanden sich mehrere Erwachsene und einige wenige Kinder, auch einige Hängematten (hingen dort), und in einer lag eine kranke Frau im Fieber. Sie war nicht alt, hatte vielleicht noch nicht einmal ein mittleres Alter erreicht, aber so krank und schwach erschien sie sehr viel älter, als sie wirklich war. Sie schien eine Lungenentzündung zu haben, da sie nur schwer atmete. Sie lag dort und man konnte nichts für sie tun, fern von allem und mittellos; es blieb nur auf den Tod zu warten. Im selben Brief beklagt sich Anna über die Geschichtsvergessenheit. Indem sie sich auf die brasilianische Militärdiktatur (von 1964 bis 1965) bezieht, sagt sie: „Hier erinnert sich niemand an irgendetwas, und weil sie sich nicht erinnern, geben sie nichts an die Jugend weiter (…). Die Zeit vergeht, aber die, die so etwas erlebt haben, werden es nicht vergessen.“ Die jüngere brasilianische Geschichte zeigt die verheerenden Auswirkungen dieser fehlenden Erinnerung. Fiat Lux ist ein Versuch des Erinnerns an einige der Geschichten des Kampfes im Brasilien des 20. Jahrhunderts und versucht den von Fúlvio in vielen Briefen wiederholten Ratschlag zu befolgen: „Nicht so viel nach innen blicken“, um die Welt und die anderen besser zu sehen. Paula Abramo Mexiko-Stadt März 2021. Übersetzung von Konstantin Bez |
[1] Am Anfang des ersten Buches Genesis fängt die Erschaffung der Welt nach der Verbalisierung Gottes an: “In principio creavit Deus caelum et terram [2] terra autem erat inanis et vacua et tenebrae super faciem abyssi et spiritus Dei ferebatur super aquas [3] dixitque Deus fiat lux et facta est lux“ / „Am Anfang erschuf Gott Himmel und Erde. [2] Die Erde aber war inhaltslos und leer, und Dunkelheit war über der Oberfläche des Abgrundes, und der Geist Gottes bewegte sich schnell über die Wasser hin..”[3] Und Gott sprach: »Licht soll entstehen!« – und Licht entstand.“ (Gn. I, 1-3.) Aus Die Bibel: Lutherbibel, mit Apokryphen, Übersetzung von Martin Luthers, Stuttgart, Deutsche Bibelgesellschaft, 2016. Anmerkung den HerausgeberInnen.