Cristina Peri Rossi cumplió ayer, 12 de noviembre de 2021, 80 años. Celebremos con ella su trayectoria literaria y el Premio Cervantes 2021 que le acaban de conceder, con un breve comentario sobre su última novela LA INSUMISA, publicada en marzo de 2020 en la Casa editorial HUM, en Montevideo, Uruguay.
Peri Rossi escribe de una forma que hace la lectura muy fluida y entretenida. En esas 212 páginas, una voz narradora en primera persona cuenta como una persona mayor desde la perspectiva de la niña precoz, inquieta y dinámica que fue C.P.R. en Montevideo y en el campo, hechos de su infancia y adolescencia:
Mi infancia es una estación de trenes, en mitad del campo. Un campo llano, yermo, dedicado a la pastura del ganado (p.16).
Es justo la perspectiva de la niña que desconoce los compromisos a los que han llegado los mayores, quienes le imponen silencios y acallamientos, lo que me ha resultado más atractivo de toda la obra, porque gracias al contraste entre palabra y experiencia, pone en tela de juicio, de una forma aparentemente ingenua, cuán absurdas son la mayoría de convenciones sociales y a qué viles sometimientos han tenido que subyugarse las mujeres frente a los hombres.
Las narraciones están organizadas en capítulos cuyos epígrafes recogen la esencia de lo que se cuenta: PRIMER AMOR, MI PADRE, EL QUÉ DIRÁN, SEGUNDO AMOR, LA OPERACIÓN, etc. hasta un total de 18. Casi todos los relatos tienen un cariz intimista. Peri Rossi convierte en arte poética y biográfica novelada sus recuerdos de la infancia y adolescencia, manteniéndose, limitándose, quedándose en un nivel personal y como mucho, familiar: su entorno más cercano que la cercaba. Pero hay dos excepciones que deseo destacar aquí.
En la primera, inserta en tres páginas (27-29) del capítulo titulado LA ESTACIÓN DE TRENES, unos hechos cruentos de la historia reciente uruguaya. La niña Cristina había sufrido en Montevideo una grave enfermedad, y para recuperarse la envían a vivir con unos tíos al campo, donde disfruta con los animales y las plantas. Un día ve cómo trasladan sus queridas ovejas y se entera de que las llevan al matadero. La pequeña sufre un ataque de nervios. A partir de ahí reflexiona sobre el sufrimiento descomunal que unos seres infligen a otros:
Los seres humanos tenemos una capacidad extraordinaria para hacer sufrir a los demás.
y relata que:
…cuando la dictadura militar tomó el poder y las cárceles y los cuarteles no fueron suficientes para encerrar a todos los presos políticos, a la Junta Militar se le ocurrió la idea de volver a habilitar esos viejos y oscuros vagones que estaban perdidos en medio del campo, alejados de cualquier camino sin destino. Entonces clandestinamente empezaron a emplear los viejos vagones como campos de concentración…
La segunda excepción la inserta entre paréntesis (pp. 98-99) en el capítulo titulado SEGUNDO AMOR. La yo narradora habla de su amor hacia Mabel, una joven 4 años mayor que ella, quien desaparece repentinamente de su vida porque se va a casar.
No alcanzaba a explicarme por qué Mabel había desaparecido de pronto de mi vida, sin avisarme, sin mandarme un mensaje, sin establecer alguna clase de comunicación y de complicidad.
Partiendo de un recuerdo doloroso, individual y amoroso, confiesa entender el dolor que suponen las desapariciones de sesgo político que se dieron en las dictaduras, en especial en Argentina. Esta confesión la intercala entre paréntesis:
Cuando atardecía y comenzaba a oscurecer entraba a la casa de mis tíos, pegaba la nariz a la ventana, y seguía mirando la casita de juguete, intentando verla. Pero Mabel había desaparecido. (Muchos años después, cuando se impuso la terrible dictadura militar, pude comprender en todo su horror el sufrimiento de los desaparecidos y de sus amigos, de sus seres queridos … los desaparecidos no estaban ni muertos ni vivos … ausentados violentamente de su realidad cotidiana, dejaban un agujero negro, un espacio vacío que nadie ni nada podía llenar. (…)
Un total de tres veces nombra a los desaparecidos, presentes en el texto en cursiva, lo cual adquiere para mí una apariencia fantasmal reforzada por el gran paréntesis discursivo. El yo de la escritora sigue presente – es el motor de toda la obra. Aquí, solo en una frase se difumina en un nosotros:
En los actos de protesta contra la tiranía que se realizaban en el exterior, solíamos dejar varias sillas vacías, en el estrado, como representación de los desaparecidos. Esas sillas vacías, notablemente vacías, eran el testimonio, el clamor de una ausencia.
Y vuelve a la primera persona del singular, siguiendo con el inciso entre paréntesis:
Comprendí, entonces, toda la perversidad del recurso de las desapariciones.
Para concluir con una constatación brutal con nombre propio:
Con la terrible lógica del fascismo -un sistema de cruel racionalidad que engendra monstruos-, años después, el católico general Videla, de Argentina, donde hubo más de treinta mil desaparecidos, diría que los militares tuvieron que apelar a ese recurso porque la Constitución prohibía la pena de muerte.)
Ya fuera del paréntesis, vuelve a entrar en el intimismo particular relacionado con la pérdida de su amor:
El dolor era tan fuerte, tan solitario, tan inconsolable que me impidió hacer, al principio, las preguntas más sencillas: ¿Dónde está Mabel? ¿Cuándo podré volver a verla?
LA INSUMISA es una pequeña gran obra. A la espera de escuchar el discurso que nos regale la autora el 23 de abril próximo, repasaremos algunos de sus cuentos, entre los que destaco uno que leímos hace décadas aquí en la Freie Universität en clase y que utilicé para explicar un extraño modismo y que ustedes, si lo desean, pueden leer ahora cliqueando aquí
María Jesús Beltrán, Institut für Romanische Philologie
Tags: MÁS QUE PALABRAS, NOVELAS
Am 15. Januar 2023 um 16:28 Uhr
Merci Maria Jesus !
Yva