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Lengua y Literatura en Español

Leila Guerriero y la música

Leila Guerriero es una periodista excelente. Para mí, en mi identidad como filóloga, la calidad de su escritura se revela, en principio, a través de la potencia léxica y significativa en la selección – y cantidad exacta – de las palabras que utiliza a la hora de presentarnos a una persona, su espacio, tiempo y aconteceres (perfiles). En sus crónicas, más allá del significado de las palabras, engarza el elemento narrativo, en apariencia entrecortado, con filones biográficos que arman la estructura textual. La figura y el papel de la periodista, tanto en la crónica como en el perfil, se convierte en una sombra magnética de la fruta vital que va reuniendo, ensartando y presentando. 

Estoy leyendo sus “Frutos extraños”, una edición revisada y ampliada en la que la autora “nos descubre la cara más sensible, vigorosa y palpitante de una profesión que atraviesa tiempos difíciles” (son palabras que copio de la contraportada de la edición, Alfaguara, 2020). Los textos reunidos están escritos entre 2001 y 2019.  

Mi vínculo con Leila Guerriero se creó a través de la música, pues el primer libro suyo que leí (devoré) fue Opus Gelber (Anagrama, 2019) cuyas palabras iniciales estudiamos para comparar el texto con un bodegón barroco, hecho aquí con palabras:

El sol entra en el departamento del piso doce por una ventana lateral y le da al aire una cualidad ambarina, escenográfica. Sobre la mesa hay budín, tarta casera, sándwiches, masas, dos jarras diminutas con edulcorante líquido, otra con leche, vajilla de porcelana, todo sobre un mantel de damasco francés color bordó (…) En el centro, un racimo de uvas de piedras semipreciosas -cuarzo, ágata, jade- y dos candelabros de plata con sus velas apagadas. Sobre un hornillo, una tetera donde un earl grey con esencia de bergamota permanece caliente.

En este Retrato de un pianista (subtítulo de Opus Gelber), en la apertura que usted puede leer cliqueando aquí, percibimos ya el interés de Leila Guerriero por aquello que no alcanza la luz de los focos sobre el escenario: después de su primera visita a casa del divo, Juana, la criada, acompaña a la periodista hasta el portal del edificio para abrirle la cancela. Ese breve viaje con ella en el ascensor („Mientras el ascensor desciende, Juana cuenta que …“) basta para abrir una grieta e iluminar la vida y penurias del personal de servicio. Todo este comienzo de Opus Gelber crea una imagen barroca bordada con palabras en la que podemos percibir una fuga de perspectiva hacia otra dimensión, como lo pintan algunos maestros del barroco. Estoy pensando, en concreto, en el cuadro de Velázquez Cristo en casa de Marta; y en la vanitas, más atiborrada de objetos, de Pieter Aertsen Cristo con María y Marta.  

El vínculo musical también es el broche que cierra en forma de CODA los Frutos extraños de Leila Guerriero que tengo en mis manos. Este texto titulado Música y periodismo se publicó en El País, en su suplemento Babelia, el 30 de agosto de 2008. Ahí se plasma una situación vivida en una sala de música donde un maestro está mostrando a un alumno al piano la potencia del silencio, la cualidad de un crescendo. Ambos conceptos, bien impregnados de su propia esencia, sirven según la autora a un buen periodista porque, escribe, que

„… esto es periodismo y no hay diferencia entre romper el silencio de una página con una sustancia gris o con un tajo inolvidable. Porque esto es periodismo y tampoco hay relación entre el coraje necesario para tocar un crescendo y el que hace falta para guiar a un lector hacia el centro donde, como una angustia lejana, como una enfermedad antigua, late la semilla de una historia. “ (Leila Guerriero: Frutos extraños, p. 580)

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Der Beitrag wurde am Freitag, den 14. Januar 2022 um 11:13 Uhr von Maria Jesus Beltran Brotons veröffentlicht und wurde unter Allgemein, COMENTAR, COMPARAR abgelegt. Sie können die Kommentare zu diesem Eintrag durch den RSS 2.0 Feed verfolgen. Sie können einen Kommentar schreiben, oder einen Trackback auf Ihrer Seite einrichten.

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