Siempre me hace reír la cara de la gente cuando les digo que estudio literatura, pero trabajo en marketing digital.
“¿Pero eso que tiene que ver con la literatura?”, me suelen preguntar. Pues mucho, la verdad.
También existen ejemplos numerosos de periodistas que son además escritores. Uno de ellos es Rosa Montero, periodista y escritora española. He leído varios artículos suyos y lo que destaca inmediatamente es su manera de escribir. Primero, no lo hace desde la posición objetiva que normalmente tiene que adoptar un periodista. Incluye allí no solo su opinión y sentimientos propios, sino también muchas palabras y expresiones como “madre mía”, “toma ya”, “qué diantres sabe”. Lo aún más interesante, es lo sumergido que te sientes leyendo sus artículos, que parecen más cuentos que artículos. Antes de que te des cuenta, ya te has perdido en la historia. En principio parece que Rosa Montero ni siquiera te expone hechos y referencias, lo cual es típico – y además necesario- de un artículo periodístico, pero si prestas más atención en los detalles, vas a notar que sí lo hace, solo de una manera imperceptible. ¡Que atrayente!
Uno de los temas de los que se ocupa ella, es la desigualdad de género. El otro día, en mi clase de español, leímos el comienzo de una novela suya: Crónica del desamor. En el texto, un periodista le pide a una mujer, Ana, que escriba los pies de unas fotos. Ella dice que no puede porque es muy tarde y tiene que ir a recoger a su hijo. Su compañero se burla de ella diciendo “lo que sufrís las madres, Dios mío, sobre todo las solteras” y ella replica “Ja. ¡Qué ingenioso!”. Estas frases nos llamaron la atención. A mí, por desgracia, un poco menos. Sea por falta de más contexto para sacar una conclusión, sea porque en Bulgaria el machismo todavía está más o menos difundido y yo, al haber crecido allí, no lo noto tanto; sea porque en otro idioma no puedo captar siempre tan bien el sentimiento que transmite la obra. El caso es que a mí el diálogo me pareció como un intercambio entre amigos, o por lo menos personas que se conocen bien. Malo, pero solo un intercambio. A las demás en clase, por otro lado, les pareció grosero e incluso les enfadó un poquito. Durante la discusión quedó claro, que, para ellas, cosas de este tipo („madre soltera“) ni siquiera hay que mencionar. Y que si, aquí en Alemania, una mujer quiere irse a casa, diría solo que está ocupada o tiene algo urgente que hacer, sin dar más explicaciones de su vida privada. Y que un hombre nunca debería permitirse decir algo tan desagradable.
Claro que la novela también se desarrolla en una época muy diferente, la de la transición a la democracia de los 70 del siglo XX en España, donde el machismo sigue prevaleciendo. Pero volviendo a nuestra actualidad, las diferencias entre países como Alemania, España y Bulgaria son bien evidentes; las mujeres siguen estando muy reprimidas.
Después de ese comienzo de „Crónica …“ leí un artículo de Rosa Montero titulado “Contra la suegritud”, donde a ella le fastidia que el Pontífice (una persona con tanto poder) se ha puesto a hablar de suegras, aunque ni es una mujer, ni sabe nada sobre ser una suegra.
Montero dice que,
“ser suegro o suegra no es más que una circunstancia biográfica familiar, es decir, no es algo que defina la vida de nadie. Pero la suegritud femenina consiste justamente en eso, en despojar a la mujer de todos sus otros atributos y clasificarla individual y socialmente por el único hecho de haber sido madre y ahora ya madre vieja, cosa que, por cierto, la condena a la mofa, el chiste y el desdén.”
Yo, inocente como siempre, nunca había pensado en lo malo de lo que se habla de las suegras. Las bromas, claro. Las conocemos todos. Pero ni siquiera me lo pensé tanto que, ante todo, la suegra es primero una mujer, un individuo, y después madre y quien cuida de los nietos. Me siento horrible. Por ser ciega.
Ayer estaba dando un paseíto con dos amigos, cuando uno mencionó que había visto a una madre soltera en un parque infantil que le gustó mucho. No lo dijo con mala intención, estaba compartiendo. No fue antes de que mi otro amigo le corrigió “has visto a una mujer”, que yo me di cuenta, OTRA VEZ, de todas las imágenes que tiene una mujer en la sociedad, antes de ser una mujer.
Ahora, por fin, estoy enfadada yo también.
Y ahora, también con un poco de miedo, me pregunto cuántas cosas pasan alrededor de mi (o a mí) día a día, que yo dejo de percibir. ¡Horroroso!
POLINA STANCHEVA
Estudiante del Master Modul
Freie Universität Berlin
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