Autores y escondites
Daniel Escandell Montiel acaba de publicar hace unas semanas en la editorial Iberoamericana / Vervuert el estudio titulado
Escrituras para el siglo XXI. Literatura y blogosfera.
El capítulo 4 está dedicado al tema LITERATURA Y SIMBIOSIS. EL BLOG COMO MARCO DE CREACIÓN LITERARIA, de manera que nos encontramos – leyendo este interesantísimo ensayo – simultáneamente en dos espacios, el del papel impreso y este otro en el que usted se encuentra ahora mismo mientras lee estas líneas.
El apartado 4.5 lo dedica el autor a estudiar la INFLUENCIA DEL BLOG EN LA LITERATURA DE PAPEL, y en él nos topamos con esta información:
“Lorenzo Silva publica en 2008 El blog del Inquisidor, una novela creada directamente en formato impreso […]. El lector debe enfrentarse a una novela impresa que, sin embargo, imita al blog en todo momento, dentro de las posibilidades analógicas del mundo del papel. Silva se excluye de la autoría mediante el viejo recurso de asegurar que los textos se los ha encontrado y que él ha ejercido solamente como editor y traductor (pues refiere que parte de la comunicación era en inglés) “, (p. 277).
Pues bien, como mínimo nos encontramos aquí con dos similitudes con respecto a las líneas de don MIGUEL DE CERVANTES incluídas en el capítulo 9 (I parte) de su Don Quijote de la Mancha: el „viejo recurso de asegurar que los textos se los ha encontrado“ y la actividad del (supuesto) traductor.
Que esta publicación de L. Silva -en el año 2008- y las palabras de Daniel Escandell Montiel – en el año 2014- nos sirvan de trampolín para dar un salto de más de 400 años hacia el pasado. Vamos a introducirnos en las callejuelas del Toledo cervantino para charlar un momento con don Miguel:
Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía y vile con carácteres que conocí ser arábigos. Y puesto que aunque los conocía no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese, y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua le hallara. En fin, la suerte me deparó uno, que, diciéndole mi deseo y poniéndole el libro en las manos, le abrió por medio, y, leyendo un poco en él, se comenzó a reír.
Preguntéle yo que de qué se reía, y respondióme que de una cosa que tenía aquel libro escrita en el margen por anotación. Díjele que me la dijese, y él, sin dejar la risa, dijo:
—Está, como he dicho, aquí en el margen escrito esto: «Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha».
Cuando yo oí decir «Dulcinea del Toboso», quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de don Quijote. Con esta imaginación, le di priesa que leyese el principio, y haciéndolo ansí, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo. Mucha discreción fue menester para disimular el contento que recebí cuando llegó a mis oídos el título del libro, y, salteándosele al sedero, compré al muchacho todos los papeles y cartapacios por medio real; que si él tuviera discreción y supiera lo que yo los deseaba, bien se pudiera prometer y llevar más de seis reales de la compra. Apartéme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga que él quisiese. Contentóse con dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien y fielmente y con mucha brevedad. Pero yo, por facilitar más el negocio y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le truje a mi casa, donde en poco más de mes y medio la tradujo toda, del mesmo modo que aquí se refiere.
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