¿Qué se siente cuando regresas al lugar de tu infancia y adolescencia estando ya firmemente instalado en otro espacio del mundo? Abandonaste aquel hogar a la fuerza, huyendo de una muerte segura. Eras joven entonces, puro proyecto vital. Casi todo tu futuro devenir se recogía ya en tu interior agazapado y a la espera de estallar. Pero una guerra, una amenaza externa cargada de violencia, un desastre que hasta ese momento era imprevisible te obligaron a salvarte, huyendo.
Cientos de miles de personas se podrán plantear esta pregunta inicial en un par de décadas, digamos a mediados del siglo XXI, porque AHORA están huyendo o han sido ya acogidas en lugares intermedios, almacenes de almas; y sus futuros son inciertos. Pero,
¿qué decir de quienes tuvieron que huir a finales de la década de los 30 del siglo XX?
Hoy sacamos a la luz de estas LETRAS EN DANZA a dos personajes, un hombre ficticio y una mujer real que huyeron y regresaron. Empecemos por ella.
Se llama Mascha Kaléko. Un rápido repaso por su trayectoria geográfica vital nos muestra las siguientes etapas: Schidlow (en la actualidad la ciudad polaca de Chrzanow, situada entre Cracovia y Katowice). Al estallar la Primera Guerra Mundial se desplaza con su familia a Fráncfort del Meno. Entre 1918 y 1938 vive en Berlín. Aquí la encontramos entre sus 11 y 31 años.
¿Fue Max Aub quien dijo que uno es de donde hace el Bachillerato? Es decir, el espacio de la adolescencia.
Las siguientes etapas de la vida de esta escritora se ubican en el exilio: primero en EEUU (1938 – 1959) y más tarde en Israel (1959 – 1974). Pero lo que más nos importa en esta entrada es su regreso a Berlín en 1956: ¿Cómo se siente? ¿Qué ve? ¿Qué la conmueve?
En su poema “Reencuentro con Berlín”, se dice: Berlín, en marzo. El primer viaje por Alemania. / Desde que hace mil años me destierran.
(Berlin, im März. Die erste Deutschlandreise. / Seit man vor tausend Jahren mich verbannt.)
Sabemos que invitaron a Alemania a la poeta, le organizaron desde su editorial alemana una serie de lecturas públicas que tuvieron muy buena acogida. Se vería arropada por su público lector. La voz poética, sin embargo, pierde las coordenadas reales pues dice: Deambulo como por un sueño/ a través de este paisaje Tiempo y Espacio.
(Ich wandle wie durch einen Traum / Durch dieser Landschaft Zeit und Raum.)
Luego nos topamos con esta clave del ser y estar, después del exilio, en forma de exclamación poética: ¡Cuánto veo que ya no veo! (Wie vieles seh ich, das ich nicht mehr seh!)
En el regreso, espacio y tiempo andan desencajados bajo la mirada: ocurre algo mucho más importante para el tema que nos ocupa hoy, pues Se ve lo que ya no se ve. Esto es, quien regresa a su antiguo espacio de la adolescencia y juventud, ve lo que se llevó consigo que ya no existe, aunque sí existe. Paradójico, ¿verdad?
Demos un salto a la ficción, de la mano de una escritora española que, a mi entender, no ha abandonado nunca Madrid como lugar-hogar. Se trata de Almudena Grandes y su última novela La madre de Frankenstein (Madrid 2020).
Aquí encontramos otro regreso de un personaje a una capital, Madrid, después del exilio. Quien vuelve se llama Germán Velázquez Martín, y el hecho se sitúa en 1951. En el momento en que Germán está acercándose a casa, a su hogar de la infancia, donde todavía vive su madre, sufre un ataque de ansiedad. Es médico, formado en Suiza, y conoce bien el diagnóstico de este trastorno fisiológico. Pero lo más interesante resulta cómo lo diferencia del miedo de la huida y cómo ve lo que ya no se ve:
Nunca antes había tenido un episodio de ansiedad. Miedo sí, mucho miedo y muchas veces, durante los bombardeos, en el coche que me llevó a Alicante, en el muelle del que nunca acababa de zarpar mi barco, en la celda de una comisaría de Orán, en el puerto de Marsella y después, en un interminable viaje en coche entre Francia y Suiza. Había tenido miedos grandes y pequeños, de mí mismo y de otras personas, miedo a morir, a que me mataran, a perder el control, mucho miedo, pero nunca ansiedad.
Estas pocas líneas son suficientes para ubicar cronológicamente los bombardeos y re-conocer el recorrido de la huida, la desgarradora separación de su hogar, del lecho de infante. Hemos de situarlos un año más tarde que la huida de Berlín de Masha Kaléko: Madrid – Alicante 1939, finales de la Guerra Civil española. Huida hacia el puerto de Alicante. Salida al norte de África; de ahí, el calvario por el sur de Francia hasta llegar donde es acogido cordialmente por un particular en Suiza.
Ataque de ansiedad versus Nostalgia, ¿de qué?
Mascha Kaléko, exiliada permanente, siente dolor por la pérdida del hogar, lo sabemos por numerosos otros poemas y escritos, pero disponemos de una poesía particular, cuyo título he puesto en la entrada de hoy: Heimweh, wonach? (Nostalgia, ¿de qué?). Mascha Kaléko o mejor dicho, la voz poética que se ilumina en unos versos, compara la nostalgia (del griego nostos ‘regreso’ y algos ‘dolor’) con “sueño”: la traslada a una esfera no táctil. Imposible de que se acurruque ya en algún órgano y se transforme en dolencia física.
Porque ya no hay hogar que valga, somos ahora extraños -dice- en el lugar de origen (Heimatort). A continuación, aplasta la nostalgia, la destruye o de-construye, convirtiéndola solo en dolor, en una operación que podría bautizarse como malabarismo filológico. El Heim-weh lo desguaza: el “Heim-” (hogar, patria) desaparece y el “-weh”, (dolor) permanece: Nur das «Weh», es blieb. / Das «Heim» ist fort.
¿Qué se siente cuando regresas al lugar de tu infancia y adolescencia estando ya firmemente instalado en otro espacio del mundo?
Ansiedad y dolor. ¿Sería esa la única respuesta?
María Jesús Beltrán
Freie Universität Berlin
ANOTACIÓN: Quien no entienda la lengua alemana y desee la traducción del poema de Masha Kaléko, puede escribirme utilizando la función del cuadro inferior „Kommentar“. Le responderé personalmente sin hacerlo público.