Letras en danza

Lengua y Literatura en Español

NOSTALGIA, ¿de qué?

¿Qué se siente cuando regresas al lugar de tu infancia y adolescencia estando ya firmemente instalado en otro espacio del mundo? Abandonaste aquel hogar a la fuerza, huyendo de una muerte segura. Eras joven entonces, puro proyecto vital. Casi todo tu futuro devenir se recogía ya en tu interior agazapado y a la espera de estallar. Pero una guerra, una amenaza externa cargada de violencia, un desastre que hasta ese momento era imprevisible te obligaron a salvarte, huyendo.

Cientos de miles de personas se podrán plantear esta pregunta inicial en un par de décadas, digamos a mediados del siglo XXI, porque AHORA están huyendo o han sido ya acogidas en lugares intermedios, almacenes de almas; y sus futuros son inciertos. Pero,

¿qué decir de quienes tuvieron que huir a finales de la década de los 30 del siglo XX?

Hoy sacamos a la luz de estas LETRAS EN DANZA a dos personajes, un hombre ficticio y una mujer real que huyeron y regresaron. Empecemos por ella. 

Se llama Mascha Kaléko. Un rápido repaso por su trayectoria geográfica vital nos muestra las siguientes etapas: Schidlow (en la actualidad la ciudad polaca de Chrzanow, situada entre Cracovia y Katowice). Al estallar la Primera Guerra Mundial se desplaza con su familia a Fráncfort del Meno. Entre 1918 y 1938 vive en Berlín. Aquí la encontramos entre sus 11 y 31 años. 

¿Fue Max Aub quien dijo que uno es de donde hace el Bachillerato? Es decir, el espacio de la adolescencia. 

Las siguientes etapas de la vida de esta escritora se ubican en el exilio: primero en EEUU (1938 – 1959) y más tarde en Israel (1959 – 1974). Pero lo que más nos importa en esta entrada es su regreso a Berlín en 1956: ¿Cómo se siente? ¿Qué ve? ¿Qué la conmueve? 

En su poema “Reencuentro con Berlín”, se dice: Berlín, en marzo. El primer viaje por Alemania. / Desde que hace mil años me destierran

(Berlin, im März. Die erste Deutschlandreise. / Seit man vor tausend Jahren mich verbannt.)

Sabemos que invitaron a Alemania a la poeta, le organizaron desde su editorial alemana una serie de lecturas públicas que tuvieron muy buena acogida. Se vería arropada por su público lector. La voz poética, sin embargo, pierde las coordenadas reales pues dice: Deambulo como por un sueño/ a través de este paisaje Tiempo y Espacio. 

(Ich wandle wie durch einen Traum / Durch dieser Landschaft Zeit und Raum.)

Luego nos topamos con esta clave del ser y estar, después del exilio, en forma de exclamación poética: ¡Cuánto veo que ya no veo! (Wie vieles seh ich, das ich nicht mehr seh!)

En el regreso, espacio tiempo andan desencajados bajo la mirada: ocurre algo mucho más importante para el tema que nos ocupa hoy, pues Se ve lo que ya no se ve. Esto es, quien regresa a su antiguo espacio de la adolescencia y juventud, ve lo que se llevó consigo que ya no existe, aunque sí existe. Paradójico, ¿verdad?

© Alfonso Marín Guallar, 2020

Demos un salto a la ficción, de la mano de una escritora española que, a mi entender, no ha abandonado nunca Madrid como lugar-hogar. Se trata de Almudena Grandes y su última novela La madre de Frankenstein (Madrid 2020).

Aquí encontramos otro regreso de un personaje a una capital, Madrid, después del exilio. Quien vuelve se llama Germán Velázquez Martín, y el hecho se sitúa en 1951. En el momento en que Germán está acercándose a casa, a su hogar de la infancia, donde todavía vive su madre, sufre un ataque de ansiedad. Es médico, formado en Suiza, y conoce bien el diagnóstico de este trastorno fisiológico. Pero lo más interesante resulta cómo lo diferencia del miedo de la huida y cómo ve lo que ya no se ve

Nunca antes había tenido un episodio de ansiedad. Miedo sí, mucho miedo y muchas veces, durante los bombardeos, en el coche que me llevó a Alicante, en el muelle del que nunca acababa de zarpar mi barco, en la celda de una comisaría de Orán, en el puerto de Marsella y después, en un interminable viaje en coche entre Francia y Suiza. Había tenido miedos grandes y pequeños, de mí mismo y de otras personas, miedo a morir, a que me mataran, a perder el control, mucho miedo, pero nunca ansiedad.

Estas pocas líneas son suficientes para ubicar cronológicamente los bombardeos y re-conocer el recorrido de la huida, la desgarradora separación de su hogar, del lecho de infante. Hemos de situarlos un año más tarde que la huida de Berlín de Masha Kaléko: Madrid – Alicante 1939, finales de la Guerra Civil española. Huida hacia el puerto de Alicante. Salida al norte de África; de ahí, el calvario por el sur de Francia hasta llegar donde es acogido cordialmente por un particular en Suiza. 

© Alfonso Marín Guallar, 2020

Ataque de ansiedad versus Nostalgia, ¿de qué?

Mascha Kaléko, exiliada permanente, siente dolor por la pérdida del hogar, lo sabemos por numerosos otros poemas y escritos, pero disponemos de una poesía particular, cuyo título he puesto en la entrada de hoy: Heimweh, wonach? (Nostalgia, ¿de qué?). Mascha Kaléko o mejor dicho, la voz poética que se ilumina en unos versos, compara la nostalgia (del griego nostos ‘regreso’ y algos ‘dolor’) con “sueño”: la traslada a una esfera no táctil.  Imposible de que se acurruque ya en algún órgano y se transforme en dolencia física. 

Porque ya no hay hogar que valga, somos ahora extraños -dice- en el lugar de origen (Heimatort). A continuación, aplasta la nostalgia, la destruye o de-construye, convirtiéndola solo en dolor, en una operación que podría bautizarse como malabarismo filológico. El Heim-weh lo desguaza:  el “Heim-” (hogar, patria) desaparece y el “-weh”, (dolor) permanece: Nur das «Weh», es blieb. / Das «Heim» ist fort.

¿Qué se siente cuando regresas al lugar de tu infancia y adolescencia estando ya firmemente instalado en otro espacio del mundo?

Ansiedad y dolor. ¿Sería esa la única respuesta?

María Jesús Beltrán

Freie Universität Berlin

ANOTACIÓN: Quien no entienda la lengua alemana y desee la traducción del poema de Masha Kaléko, puede escribirme utilizando la función del cuadro inferior „Kommentar“. Le responderé personalmente sin hacerlo público.

LAURA RESTREPO APELA

Un momento especial en la vida de Laura Restrepo debió de ser el que ella vivió frente a la vitrina en la cual se exponen los restos humanos de la bautizada Lucy, los 52 huesos más antiguos y coherentes de mujer que se hayan encontrado hasta la actualidad. En ese espacio Aleph, – diríamos con Borges -, LAURA se encuentra en un museo y observa, reflexiona, pregunta. 

Tiempo después escribe un texto que publican hace unos días Los Danieles inaugurando así su colaboración en ese medio colombiano, lo cual provoca cientos de enhorabuenas y felicitaciones en las redes sociales: buena señal. Eco merecido.

Antes de continuar en estas Letras en Danza, leamos su extraordinario LUCY PRIMERÍSIMA CHICA. El texto se encuentra cliqueando aquí:

 LUCY PRIMERÍSIMA CHICA

© Clara Lum, 2020

Yo aquí fuera y ahí dentro tú

Cuando acabé de leer LUCY PRIMERÍSIMA CHICA de LAURA RESTREPO, que me había mandado Erick Orlando Rey Salazar, estudiante colombiano-alemán de Hispánicas e Historia, lo primero que sentí es que ahí había una oración, un rezo. Esta primerísima impresión se fue consolidando según iba leyéndolo una y otra vez. Aquí les dejo mis reflexiones. 

La vitrina ante la cual Laura se inclina en Adís Abeba se convierte en altar. La observación y sus reflexiones la abstraen del entorno, pero no la aíslan, pues ella sigue percibiendo las piezas del gran puzzle que formamos las mujeres en todo el mundo: somos el río desbordado. Un rompecabezas de miles de piezas que la escritora colombiana ha ido recogiendo en su larga experiencia de activista-militante de la vida y nos va presentando aquí como en una letanía pagana y gentil. 

Laura saca a la luz a Barakat, adolescente embarazada y agonizante, que se expresa en la lengua original que todas conocemos ay ay ay. Se la presenta a Lucy y a quienes leemos cautivadas, ¿conjuradas? y escuchamos. Su todo el mujerío del mundo tiene nombre: Ahí están las Elianas, violadas antes y después de cruzar su puente diario, Elianas que también están en La madre de todas las cuestiones, de Rebecca Solnit, un gran libro-aullido. Ahí están Fátima y Huna, sobre-vivientes, haciendo el duelo de las personas perdidas, los cadáveres que trastocan el trabajo de pescadores en el Egeo. 

Los 52 huesos del esqueleto son copia del original que se conserva al resguardo, en una zona de seguridad del museo por su inmensurable valor. Laura desgrana su letanía ante una copia, como es natural hacerlo en cualquier lugar sagrado de oración. Todo es copia. Lo que vale es la experiencia y la palabra: buscar con ellas y a partir de ellas una vida más amable donde poder coexistir en paz. 

Paz (Friede) es también el nombre que el arqueólogo le puso a los huesecillos de ese ser minúsculo, Selan, que menciona Laura y acompañan, complementan, los restos expuestos de Lucy en Adís Abeba. La oración de Laura Restrepo abarca a toda la humanidad, aunque en el rosario de nombres que ella saca a colación, los hombres, ellos, están representados solo en grupos: no menciona ni a uno solo en singular. Y ¿qué grupos aparecen? Pescadores, sí, aquellos que encuentran cadáveres. Pero también policías y guerrilleros. ¿Hay alguien más por ahí? ¿A qué se debe esa ausencia? 

En la charla que mantienen con Laura los periodistas de Los Danieles, Daniel Samper Pizano, emocionado y desbordado, le comenta a ella en la videoconferencia interoceánica, que ese texto es inclasificable (minuto 2+), columna crónica, excelente, una especie de exploración de un género distinto … nunca había leído algo así. …mezcla diversos géneros, diversos recursos

En efecto, el texto de Laura es como aquello que representa Lucy desde su sueño eterno: el primer híbrido entre monito y mujer (en palabras de la autora, minuto 4:35).

COLUMNA PLEGARIA

Laura Restrepo, además de apelar a ese gran público atento que la celebra, inaugura en Los Danieles un género híbrido entre columna y plegaria: oración de resistencia y compromiso. Al mismo tiempo, esta primicia de texto híbrido es una llamada de atención sobre la fea vaina que se nos está yendo de las manos.

María Jesús Beltrán,

Freie Universität Berlin

ANOTACIÓN: Una vez más ha colaborado Clara Lum en este blog para ilustrar la entrada de hoy. Gracias, Clara. Y estas son sus palabras:

He buscado unir esa idea de pasado y futuro, el cráneo reconstruido de Lucy, llorando por el futuro que hoy se nos ofrece, el simbolismo del agua como fuente de vida y unión entre todo ser humano. La simbología del origen y el fin como seres mortales y las manos que ofrecen la posibilidad de beber de esa fuente necesaria para sobrevivir junto al apoyo que solo otro ser humano puede darte. 

Clara Lum

ESE HOMBRE

Nos remontamos hoy al año 1979, momento en que ve la luz la primera novela de Rosa Montero (Madrid, 1951) titulada Crónica del desamor. Nos situamos en Madrid, el ojo del huracán de la llamada Transición española, ya estudiada en estas latitudes (cliqueen aquí si les interesa la referencia).

Este año, hace tan solo un par de semanas, la autora, junto a Pastora Vera, ha presentado en Madrid su última novela, La buena suerte, en medio del embrollo de la pandemia.

Entre una y otra publicación median 41 años muy prolíficos para la periodista y escritora madrileña

La entrada – la reflexión – de hoy viene impulsada por un detalle no menos que curioso: el descubrimiento de un anonimato narrativo masculino observado en ambos comienzos, tanto en Crónica … como en La buena suerte

Hace unos días estudiamos en clase el uso de la lengua en la primerísima página de Crónica del desamor: Se trata de un texto compuesto por dos escuetos diálogos en los que intervienen una mujer y un hombre. La novela se abre con una petición de alguien (Oye, Ana, ¿puedes hacer los pies de estas fotos?) y la réplica de Ana, que con un ni hablar se niega en redondo: son las 10 de la noche y alguien la está esperando. 

Se sabe que Ana está hablando con un hombre porque en su intervención incluye un apelativo “guapo” (lo cual no significa que lo sea) y una exclamación: “hombre”. En el segundo diálogo o más bien, breve intervención, Ana accede (-Trae, anda, pero en cuanto termine esto me voy, ¿eh?). 

Entre el “ni hablar” y el “Trae, anda” leemos una precisa y detallada descripción del espacio laboral donde se encuentran ambos en ese momento: unas oficinas en la redacción de un periódico donde esos personajes están trabajando entre una sucia espuma de folios desechados, de fotografías dobladas, de colillas de tabaco, de vasitos de plástico pringosos con café reseco. La máquina de cafés … 

En esta apertura de novela ella es Ana. Pero él, de momento, no lleva nombre, lo cual me permite utilizar a este hombre como a toda la humanidad de hombres. 

Hoy, en el año 2020, me vuelve a llamar la atención otro anonimato narrativo-literario. 

Ese hombre lleva sin levantar la cabeza del portátil desde que hemos salido de Madrid. 

Así se abre la última novela de Rosa Montero que mencioné más arriba: La buena suerte. En todo el primer capítulo (que lo es a pesar de no llevar epígrafe ni numeración), el protagonista aparece mencionado nada menos que 18 veces con “ese hombre”. Dicho así de golpe la repetición resulta espantosa, sin embargo, considerando que este personaje va a ser el protagonista y que a pesar de ser famoso en su ámbito profesional quiere pasar desapercibido, el anonimato reforzado por el deíctico “ese” le otorga sentido literario. 

La descripción de su aspecto externo es exhaustiva, así como la proyección simbólica de su aparatosa forma de ocupar un espacio en el mundo. Veamos algunos ejemplos: 

Si nos fijamos bien, ese hombre debería ser llamativo, atractivo, el típico varón poderoso y conocedor de su propio poder. Pero hay algo en él descolocado, algo fallido y erróneo. Una ausencia de esqueleto, por así decirlo. …

Ese hombre se pone en pie, revelando que es mucho más alto de lo que parecía; …

… ese hombre no se recoloca la ropa, como tanta gente hace automáticamente al levantarse.

Entre ambos “hombre”, el de Crónica … y este actual sin “esqueleto” ha corrido mucha tinta. Ambos personajes serán bautizados literariamente, poco después de estos comienzos. Pero lo que importa a fin de cuentas es qué forma de estar en el mundo nos transmiten:

Aquel guapo de 1979 era un estúpido machista retratado con solo una intervención punzante (lo que sufrís…). Este hombre de 2020, al que percibimos de forma más que visual – durante todo el comienzo la exposición resulta cinematográfica -, capta al cien por cien la atención precisamente por querer borrarse del entorno: se encapsula y se desenvuelve solo dentro de su piel como si esta fuera el límite de su vida.

Atención: a ESE HOMBRE, aunque sea anónimo …

… lo estamos mirando.

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ANOTACIÓN

Estos son los diálogos completos del comienzo de Crónica del desamor con la traducción al alemán, producto de varias discusiones y posturas divergentes del maravilloso grupo Aufbaumodul 3,1:

—Oye, Ana, ¿puedes hacer los pies de estas fotos?

—Ni hablar, guapo, que son las diez de la noche, que me está esperando el Curro, hombre.

…..

—Trae, anda, pero en cuanto termine esto me voy, ¿eh? Que tengo que recoger al crío.

—Lo que sufrís las madres, Dios mío, sobre todo las solteras.

—Ja. ¡Qué ingenioso!

– Ey Ana, kannst du dich um die Bildunterschriften kümmern?

– Von wegen, Alter, es ist zehn Uhr abends und Curro wartet schon auf mich.

– Na gut, gib’s her, aber danach geh ich, ja? Ich muss den Kleinen abholen.

– Mein Gott, ihr Mütter habt es schwer! Vor allem die Alleinerziehenden…

– Haha, sehr witzig! 

María Jesús Beltrán, Freie Universität Berlin

Agradezco a Adrian Bröking por haberme proporcionado la imagen que ilustra esta entrada.

INNE-HALTEN: Los gritones y el suspens(e)o

Ha comenzado un nuevo semestre bajo la égida de lo virtual (lat. virtus > valor, coraje) en época de pandemia: Las clases universitarias tienen lugar en línea. Disponemos de cierta experiencia gracias al alborotado periodo lectivo anterior (Sommersemester 2020) y hemos podido prepararnos haciéndonos no solo una composición de lugar: hemos pasado los meses del verano y principio del otoño organizando contenidos y bregando con los recursos técnicos. 

Doy pues la bienvenida desde estas LETRAS EN DANZA, ahora en el Wintersemester 20-21, tanto a estudiantes como a personas interesadas en Lengua, Literatura, Lingüística, Landeskunde del mundo hispanohablante, en Alemania y más allá, por todos los costados. 

El impulso para escribir esta entrada surgió hace poco en clase con un grupo de nivel B2 de lengua española. Era el primer día, una sesión de presentación, de apertura. En la hora corta que nos quedaba para entrar en acción, indiqué a mis estudiantes dónde encontraban un microcorto y puse a su disposición las pautas a seguir para organizar, después de verlo, una charla alrededor de esta estupenda nano obra. Cuando volvimos a conectarnos la motivación para conversar, participar y expresarse vino dada en bandeja. 

Lo que acababan de ver se titula Los gritones (2010) y lo pueden disfrutar cliqueando aquí. Es un micrometraje de Roberto Pérez Toledo que impacta; y no solo eso, también motiva. Utilizo esta obra, una chispa gigantesca, para explicar, entre otros temas, las unidades de acción, espacio y tiempo en una obra de arte de discurso cronológico. 

¿Qué es lo que ocurre en poco más de un minuto?

Lo que había de amistad entre dos personas se transforma en conflicto, cuando una de ellas se atreve a traspasar la cuerda floja e invisible que separa una relación amistosa de la amorosa.  

Y cae en el vacío

En la declaración a otra persona, es decir, al revelar de forma verbal o simbólica un sentimiento amoroso por primera vez, las reacciones pueden ser múltiples, variadas y con frecuencia desbaratan tanto el presente como el futuro. En el caso de Los gritones, la revelación tiene lugar en un espacio abierto urbano, inhóspito y gris; en un intercambio algo extravagante: la comunicación verbal entre las dos personas implicadas se desarrolla gritando. 

Disponemos de un sabroso ensayo de Pedro Álvarez Olañeta publicado con el título CÓMO, CUÁNDO Y DÓNDE (NO) DECIR TE QUIERO Los gritones (Roberto Pérez Toledo, 2010) en El cortometraje español (2000-2015): tendencias y ejemplos. Ralf Junkerjürgen, Annette Scholz, Pedro Álvarez Olañeta (eds.). Madrid: Iberoamericana; Frankfurt: Vervuert, 2016, pp. 175-187. Es ahí, en la página 186, donde se transcriben palabras del propio Roberto Pérez Toledo que me han inspirado y que les cito a continuación: 

… ocurrió la magia, porque todo salió inusualmente bien. Recuerdo que hicieron falta muy pocas tomas. Ruth y Fran captaron la idea y su tempo a la perfección. Apenas tuve que marcar algunas miradas, algunas pausas… Grabamos los planos necesarios en una hora y poco. Y nos fuimos a merendar. …

Silencio, suspens(e)o

“Marcar algunas miradas, algunas pausas”. Eso es precisamente lo que me interesa destacar en el final de esta obra: el silencio y su contexto. Y ponerle palabras que nunca acabarán de abarcarlo ni explicarlo. 

Recapitulemos: Al principio, es ella quien lleva la iniciativa, él duda y pregunta “¿Qué?”, pero en seguida le sigue el juego, eso sí, con un primer grito algo retenido. A continuación, se desarrolla un intercambio de miradas y gestos risueños. El momento central de la declaración culmina, sin embargo, en el silencio. Serán uno o dos o tres segundos -contrólenlos-, pero ahí se acumula y paraliza al mismo tiempo la tensión. 

Todo queda suspenso, se detiene.

Los mundos interiores se abren

Existe un verbo en alemán que recoge esa imagen, esa mirada, esa detención. Se trata de innehalten, un compuesto de “innen” (dentro) y “halten” (retener, parar) que viene a ser en su traducción lo que diríamos con “detenerse”, “quedar en suspenso”. Y mirar hacia dentro, claro. Dónde si no está la verdad.

Algunas estudiantes en esa primera clase comentaron que la chica en el momento de “innehalten” expresaba miedo, inseguridad, timidez. Les comuniqué mi total desacuerdo. Por una sencilla razón: el esbozo de personalidad de la mujer en esta micro obra presenta precisamente lo contrario, es ella quien propone el juego. Más bien, esa pausa, esa detención habría que entenderla diciendo que ella se queda sorprendida e implicada. Se permite uno o dos segundos para salir del embrollo y lo hace gritando. 

Este último grito no es lúdico, en absoluto. Ahora sí que adquiere sentido propio: descarga de estrés, rabia, enojo. 

O quién sabe qué  

María Jesús Beltrán, Freie Universität Berlin

Anotación: Agradezco a Roberto Pérez Toledo su permiso para reproducir las dos imágenes. Desde un Berlín semi confinado hasta un Madrid raro.

ACASO USTED TAMBIÉN Sobre Los divinos, de Laura Restrepo

Me convierto en cómplice del autor y co-autores del crimen si leo la última novela de Laura Restrepo “Los divinos” (Alfaguara, 2018) – basada en hechos reales – y me quedo tranquila de brazos cruzados esperando “al día en que todos los hombres, a la par con las mujeres, se manifiesten en las calles contra el feminicidio», como reza la dedicatoria de esta última novela publicada por la escritora colombiana. Me convierto en cómplice porque, como el narrador de la historia, Hobbit, formo parte del universo cultural al que él recurre una y otra vez en su tejido narrativo para ilustrar sus reflexiones, para orientarse en el maremagnum de dudas, para ubicarse en un mundo en el que ESE crimen hace tambalearse y perder cualquier referencia a SER humano.

(La continuación del artículo se puede leer cliqueando aquí. )

EL AGUA, LA SED

El calor del estío en estas últimas semanas nos invita a centrar nuestra atención en un elemento, el agua, y una necesidad, la sed. Descubrimos con asombro varios pasajes literarios donde el agua adquiere vida propia y la sed desata la imaginación. Ilustramos las citas literarias con hermosas fotos de Karsten Wittenbecher en las que el agua viste a la planta sin ocultar nada de su cuerpo. Así dejamos estas LETRAS EN DANZA en quietud, contemplación y reposo hasta el otoño.

Me paso mucho tiempo mirando el agua, y no sé qué es

Esta es la cita de Santa Teresa que encabeza el libro de poemas de Antonio Carvajal titulado MIRADAS SOBRE EL AGUA (Ediciones Hiperión, Madrid, 1993).

© Karsten Wittenbecher

La sed no se pregunta por el ser del agua. Necesita ser calmada, colmada y provoca estas imágenes:

Y en la sed se le aparece el agua en todas sus imágenes: agua de hontaneda delgada y virgen;  agua despedazada por los berrocales; agua de rambla, con guijas tibias de sol y adelfos rojos;  agua celeste de albercón;  agua de pozo,  que siempre está esperando nuestra mirada;  agua de surtidor,  que sube soltándose entera en cada gota [… ]; agua hacendosa de molino; agua que se aprieta en los alcorques; agua de lluvia;  agua de la peña a la boca como una miel mordida en la bresca… 

Gabriel Miró, Años y leguas[1928], Libro RTV 69, Madrid 1970, pág 90.

………..

En la página 18 del libro de Antonio Carvajal citado al comienzo de esta entrada del estío berlinés, el poeta enlaza estas palabras – evocando versos de Heine sobre el río Genil – en los tercetos finales del soneto: 

……………

Das Herz hat seine Liebe. ¡Qué ironía

tener el alma demudada y fría, 

evocar un poema en otra lengua

y ver que el agua por su cauce sigue

y que caudal tan alto lo consigue

porque la nieve de los montes mengua!

© Karsten Wittenbecher

………….

Y así dialoga el señor Ahmed con Juan de Yepes en el capítulo “La noria de Mancera” de la novela de José Jiménez Lozano, El mudejarillo (Ed. Confluencias, 2019, p. 217):

……………

— El agua, ¿eh? – dijo el señor Ahmed. 

– El agua – dijo Juan. 

– El agua es así de esquiva y absoluta y, como diga que no sube, no sube. Hay que entenderla – explicó el señor Ahmed. 

…………

Con estas palabras del señor Ahmed, personaje ficticio pero cercano por su sabiduría, sencillez y buen hacer, nos despedimos hasta el otoño.

María Jesús Beltrán

Freie Universität Berlin

Institut für Romanische Philologie

EL CUERPO Y LA PALABRA

Me ocurre con cierta frecuencia – desde finales del siglo pasado -, que cuando sé que una o un estudiante ya no formará parte de mis grupos, porque termina sus estudios o ya ha alcanzado los créditos y el nivel correspondiente a sus objetivos, siento nostalgia de lo irrepetible. Cada caso es particular y personal. Único. Podría dedicar un apartado en estas LETRAS EN DANZA para rememorar la huella que dejan en mí como profesora algunas*os estudiantes. 

Una forma de reunir la separación y distancia es abordar otro tipo de contacto, diferente al que impone el aula y las jerarquías interiorizadas. Estas LETRAS EN DANZA se prestan para seguir hablando e intercambiando pareceres. 

He acompañado a Andrea Valentina Bouras en mis cursos de lengua desde que empezó a estudiar en la Freie Universität en octubre de 2019. Entró con un considerable nivel de español. Habla con fluidez varias lenguas, por biografía familiar y por sus estudios y estancias en el extranjero. Después de terminar y superar con éxito máximo sus exámenes en mis cursos, le propuse escribir un comentario sobre una entrevista a Belén Gopegui que habíamos estudiado juntas. Charlamos paseando por Berlín para aclarar algunas cuestiones.

Les ofrezco a continuación el texto que ella ha escrito para estas LETRAS que hoy DANZAN al ritmo de espacios televisivos graduados no solo por la presencia escénica, sino sobre todo por la palabra justa y certera: Belén Gopegui, en la entrevista de LATE MOTIV, se abre paso de forma discursiva entre dos hombres que, como un paréntesis, intentaban emparedarla con sus frases. 

Les recomiendo que antes de leer las líneas siguientes escritas por Andrea Bouras, vean (y en especial escuchen) la entrevista cliqueando aquí. Después del comentario de Andrea sabrán ustedes a ciencia cierta a qué grupo de espectadores pertenecen. 

María Jesús Beltrán

LATE MOTIV Belén Gopegui. ‘Quédate este día y esta noche conmigo‘ 

Como mujeres, y especialmente como mujeres tímidas, tenemos que ocupar el espacio que nos corresponde e intentar dejar una marca. En su primera entrevista en televisión nacional Belén Gopegui utiliza el hueco que le conceden los moderadores del programa LATE MOTIV y asume la dirección del espacio necesario para explicar su punto de vista. 

Para comentar esta entrevista, podría hablar de las innumerables veces que los dos hombres no la dejan hablar, de las pocas preguntas abiertas que le hacen, de la machoexplicación u otros aspectos negativos y muy notables de la entrevista, pero decidí centrarme en el aspecto más importante para mí: su toma de posición y la impresión que deja la escritora. 

Al comienzo de la entrevista ella deja claro que es una persona tímida, creándose así un ambiente más agradable, reduciendo las expectativas puestas sobre ella por parte de Quique Peinado, que la presenta al principio del programa, y, en general, por la imagen creada por las demás personas entrevistadas en televisión que suelen ser extrovertidas. 

Durante la entrevista está muy silenciosa, sonríe tímidamente y su lenguaje corporal (su/s mano/s entre sus piernas, su espalda inclinada que la hace parecer aún más pequeña) deja entender que se siente por lo menos un poco incómoda. Cuando hablan los hombres (prácticamente entre ellos) ella los mira y escucha atentamente. Al principio le plantean algunas preguntas, pero la interrumpen muy rápidamente cuando intenta contestar. Tan pronto como Quique Peinado le hace una pregunta abierta, ella contesta y, aunque su timidez es visible, se pone seria, habla de su libro y presenta su punto de vista con fluidez. Las demás preguntas que le hacen son muy abiertas y complejas, mas ella las contesta de manera segura y directa, y ellos escuchan y la dejan hablar. 

Más adelante aprovecha el tiempo que le dan para explicar a los dos hombres que no tienen que hablar por ella y para presentar su punto de vista acerca de los temas anteriores ilustrados por Quique Peinado que habló sobre ella sin dejarla hablar. Por fin presenta su libro desde su perspectiva e incluso interrumpe al moderador para desarrollar su posición (acerca del humor como resistencia).

Una gran ventaja es el hecho que al final de la entrevista Belén Gopegui habla más, por lo que el público se queda con la impresión que ella sí pudo presentar su punto de vista, a pesar de los intentos de los hombres de llevar la conversación entre ellos. Para los espectadores que no se dieron cuenta de las interrupciones y las pocas palabras que dice, ella llama la atención sobre ese aspecto y para aquellos que sí se dieron cuenta espero que también hayan podido apreciar las respuestas interesantes de esta mujer.

Andrea Valentina Bouras

Estudiante de HISPÁNICAS de la Freie Universität Berlin

In Memoriam VI: Amistad que dura más allá de la muerte

En el capítulo VI titulado EL EMBARCADERO de la novela EL VIAJE DE JONÁS – que ya comentamos en estas LETRAS EN DANZA -, el protagonista se encuentra en Jope, a la espera de poder embarcarse. Paseando por esa ciudad portuaria descubre maravillado la casa de los baños públicos: “Era el edificio un octógono que se remataba en una cúpula”. Un encargado o bañista que ve a Jonás interesado, le ofrece visitar las termas pues según quienes 

“habían corrido mundo decían que eran los más maravillosos baños que existían, y las paredes conservaban algunas inscripciones y pintadas o grafitti, que el encargado aseguró que se respetaban porque eran poemas muy hermosos.”

Entonces, el encargado muestra a Jonás la “incisión de unas letras”, cuyo significado el profeta desconoce. Algo que me interesa destacar antes de comentar ese grafitti cincelado en piedra, es el lapso entre la pregunta de Jonás sobre su significado (“¿Qué quieren decir?”) y la respuesta del encargado que emite silabeando comenzando con un “Dice”. Estamos ante un intervalo discursivo que traduce el silencio necesario para “recordar”

“El encargado se rascó la cabeza, como para avivar la memoria, pidió un instante de tiempo para recordar …”

Ahí nos encontramos en un espacio donde se recupera un saber perdido, o enredado entre neuronas. Este silencio reviste especial importancia por lo que recupera. El silabeo de las palabras trasluce un arcano y dice así:  

En invierno y en verano, cerca o lejos; hasta la muerte y más allá

La inscripción la explica el bañista aclarando que se trata de un poema de un amante, hablando con un amor ausente. Jonás, parece tan afectado que se mantiene callado “con la boca abierta” y “conmovido”. Solo alcanza a comentar más tarde que es muy hermoso. Así es.

Acertar con el significado de estas palabras me resulta delicado. Cuando en el pasado me atascaba con cuestiones textuales en los libros de José Jiménez Lozano, me dirigía a él por carta o más tarde por correo electrónico, para que me aclarara mis dudas. Siempre contestó sacándome de mi desconocimiento.

Aquí y ahora solo me queda el recuerdo de su vera amicitia

En casa de Don José Jiménez Lozano, febrero 2019

En lo alto de la escalera labrada de la Universidad de Salamanca, encontramos un relieve que representa a un joven que va descalzo y muestra su corazón al desnudo. Según la explicación de don Luís Cortés Vázquez, que fue mi profesor de Francés Medieval en Salamanca, esta imagen representa la Vera Amicitia. En ella aparecen dos filacterias: una en lo alto donde se lee INVIERNO Y VERANO. En la inferior leemos las palabras MUERTE Y VIDA. 

GENTE ROTA

Leer Tiempo muerto (2017), novela corta de Margarita García Robayo, resulta incómodo y aun así engancha, interesa, vincula, inspira: Presenciamos la imagen congelada del desmoronamiento de un matrimonio y percibimos las manchas de una diáspora (latinos en EEUU). Irreversibles. La familia con la que lidiamos en la lectura, está compuesta por Lucía, su esposo Pablo, y los 2 hijos comunes, mellizos, Rosa y Tomás. Su residencia habitual es New Haven, un espacio en el que, en la percepción de Lucía, uno puede convertirse en “un punto indistinto en el paisaje frondoso y civilizado” a poco que se descuide. Un lugar donde mezclarse significa “desaparecer”, algo que -y este es un centro existencial de la protagonista- a ella no le importa; New Haven es un hábitat donde cada cual está “a lo suyo” (p. 110) donde no hay nada “roto ni virulento” (p. 111) como en Colombia.

ELLA

Lucía experimenta su existencia situada en un hueco, un espacio vital donde se deja llevar por inercia, por ejemplo, al asumir que “[S]u vida estaba llena de cenas importantes que no servían para nada” (p. 146). La protagonista vive a regañadientes consigo misma, es más, parece que todo lo hace contra su voluntad, pero lo hace: escribir artículos para la revista Elle, comer, abrazar fuerte a sus hijos, emborracharse, meterse en el agua del mar hasta casi perder la conciencia. Y, sobre todo, pensar. Su vida se asemeja a un gruñido anímico y mental.

Ahora bien, con su pareja no actúa, pues ni ella ni su esposo mueven ficha para cambiar algo de su descalabrado matrimonio: están asentados en un “tiempo muerto que ninguno se ha dignado a remover” (p 54). Las únicas escenas de sosiego y silencio, que contrastan con la mayoría de situaciones donde se plasman retazos de vidas rotas, son aquellas en las que Lucía contempla el mar, abrazada a sus hijos: con ellos dos a sus costados se levanta y se cierra el telón. De ahí que podamos afirmar que ese “tiempo muerto” de la protagonista que se nos ofrece en la lectura se enmarca en un fragmento de espacio temporal anímico ubicado en la Tierra al borde de un mar. Aunque en realidad, Lucía no reside en ningún lugar identificable geográficamente, ni es su deseo arraigarse a ningún sitio concreto. Solo se pertenece a sí misma en su vacío de relación vinculante con el mundo.

ÉL

Pablo, su esposo, colombiano, es un individuo destartalado. Una ruina de sí mismo. Trabaja como profesor en una secundaria que “pretendía favorecer a la comunidad hispana. Todos los chicos hablaban español. Inglés también. Pero mal. Ambos idiomas terriblemente mal” (p. 31). Marido, padre, profesor, amante convulsivo de vecinas, drogadicto, alcohólico. La afirmación del médico de confianza de la familia lo retrata: un “fiestero de puta madre” (p. 16).

Pablo, en un rincón apartado de su escasa voluntad, pretende buscar sus raíces volviendo a su patria mental, atrapándola con las palabras metidas en una novela. Reconoce que su deseo es dejar las clases y dedicarse solo a escribir, pero en el trazo vital que abarca la novela este personaje también se encuentra en un punto muerto: ni avanza ni retrocede. Vive al lado de sí mismo, encenagado, “llevaba cerca de un año escribiendo una novela sobre una isla colombiana donde había vivido parte de su infancia” (p. 14). Él, al contrario de su esposa, sí que se siente arraigado a Colombia –“patria lejana” (p. 43) y aguanta –“sobrevive”- en los EEUU. Vive -transita- por la vida familiar con un desinterés pasmoso por sus hijos, por su mujer, quien pone a los pequeños como parapeto entre ambos quedándose ella con la mayor parte de sus vidas. Los consejos de Lucía o no llegan a Pablo o le sobrepasan. Desea crearse un destino de escritor, pero no hace nada fundamental para llevarlo a cabo. Su tía Lety -mujer hacendosa, empresaria, pragmática, con un hobby que la arraiga al mundo: el bingo-, le comenta lacónica después de leer el manuscrito de su novela: “¿Tú quieres volver, Pablito? ¿Es eso lo que te pasa?” (p. 53). La novela es el hilo que le une a sus raíces pues según él “un hombre sin raíces es un hombre muerto” (p. 41). La visión de su Colombia, la de su infancia es a todas luces lo que lo mantiene a flote, le facilita la supervivencia.

LOS HIJOS

Han nacido en Estados Unidos. Hablan indiferentemente español e inglés, son “bellos, avispados y extraños” (p. 29). Rosa se sorprende de que haya venezolanos en Miami y le pregunta a su madre por qué no viven en Venezuela. Cuestión cuya respuesta queda en el aire y hace pensar en su propia familia migrante en EEUU.  En ningún pasaje de la novela se ofrece etiqueta alguna a esta familia: ni colombiana ni estadounidense. Están los cuatro en Tiempo muerto. En un limbo de identidades nacionales.

Tomás revela una facilidad exuberante por retener palabras inusuales: pterodáctilo, guayaba, shitty place (p. 76). Como la propia voz narrativa cuando emplea -siempre en el contexto argumental de Lucía- términos inusitados del tipo: voces ríspidas (p. 9), para referirse al sonido de la lengua rusa; ácido muriático; o el neologismo “proxemia”, refiriéndose a la mirada de Lucía sobre la gestualidad de Cindy, la niñera: “su sentido de la proxemia era la de un perro faldero” (p. 12). Lucía necesita distancia. La importancia que para ella tiene la expresión verbal de sus hijos se refleja no solo en sus quejas cuando dice que resulta trabajoso que los niños construyan frases largas (p. 29). También en sus conversaciones es obvio que fomenta la capacidad imaginativa de su hijo varón. Este se inventa historias y “sabe palabras. Es un pequeño adulto. Y es tan parecido a ella”. En cuanto a su hija, más interesada por el deporte y los deportistas, Lucía se alegra de que Rosa haya incubado una “rebeldía fabulosa”. Sin embargo, hay algo que diferencia fundamentalmente a las generaciones: Si sus hijos asumen la lengua inglesa como algo natural, propio, ella, la madre, se excluye conscientemente en el ámbito de esa lengua, no porque no la domine, sino porque no forma parte intrínseca de su estar en el mundo. Cuando ella se dirige a un fan de su hija (se trata de un tal David Rodríguez, “tercera generación de dominicanos en Estados Unidos”) y le pregunta si se tomaría una foto con ellas (Lucía y su hija), piensa que el joven nieto de dominicanos no habla “ni gota de español”. Cuando le repite la misma pregunta en inglés, “se excluye, dice “the girl”, refiriéndose ya solo a su hija, la llama “the girl”. ¿Por qué hace eso?” (p. 61). ¿Es una inercia no querer involucrarse en la lengua inglesa? Creo que no. Creo que es consciente de que ella no cuaja en el mundo anglosajón. Lucía pertenece a sus palabras: Su vínculo a la lengua, a su lengua materna, que es el español, es su patria, que es eso “que se muda contigo” (p. 113).

También se traslada con uno mismo el sabor primigenio, el que se lleva consigo desde la infancia. Cuando cocina comida “calórica y grasienta”, pasando por alto dietas y curas de salud, todos comen en abundancia y disfrutan: “Es el día que se siente más querida. Es el día que se siente su madre y su abuela” (p. 65). Palabras originales (del origen hispanohablante), comida primitiva (de los orígenes de aquellos países de Latinoamérica por donde pasaron sus padres) son sus herramientas sensitivas de ubicación terrestre. El resto en su vida es parálisis. Y contemplación.

EL HORIZONTE

Cuando al final de la historia se encuentra de nuevo sola con sus hijos en una playa mirando hacia el horizonte se adueña de ese pequeño espacio de arena húmeda que ocupan. Y ¿qué es lo que hace? Respirar. Su única forma de arraigarse. El aire del arraigo. Pide a sus hijos que respiren también en cuatro tiempos, para elevar sus pulsaciones, y porque quiere “limpiarlos, llenarlos de oxígeno, preservar sus corazones.” Pero ellos se niegan y se alejan. La siguiente actividad de los mellizos es el negocio insertado en el juego -la ilusión- infantil. Rosa, que es quien más se afianza en la tierra agarra una caracucha (flor ornamental) y se la ofrece a Tomás, su hermano, por siete dólares. Este hace el gesto de sacar dinero del bolsillo y le reta: “Tengo cinco”. Están anclados en el terreno que pisan.

Lucía representa aún y todavía la pertenencia a su pasado, porque ante esta últimísima escena de la novela “Piensa en la ambición inútil de fijar momentos”, es decir, acumular experiencia, hacerla consciente allá donde se encuentre. Por el contrario, sus hijos, ya están instalados en otra esfera: la más pragmática del presente. Allá donde estén, actúan. 

Según Lucía es necesario “aprender a orientarse”, parece que eso es lo que importa. En esta novela corta del desarraigo, la orientación de la mirada de la protagonista es literalmente el horizonte, una línea inexistente que divide dos elementos coexistentes en un mismo espacio: La esencia del migrante. Esa persona que se ha movido, ha salido de su hueco y co-existe.

María Jesús Beltrán Brotons

(Este artículo se publicó por primera vez en la revista online CULTURAL RESUENA, en diciembre de 2019)

ANOTACIONES, un microrrelato de Alberto García Avilés

Presentamos este último fin de semana de julio de 2020 un microrrelato del escritor y profesor Alberto García Avilés, Director del Departamento de Ciencias Sociales y Humanas en la Universidad Miguel Hernández de Elche, mi ciudad natal. Le agradezco desde Berlín que nos haya permitido copiar aquí su texto. 

Anotaciones se publicó en su libro titulado Dos minutos: microrrelatos, editado por EIUNSA en 2008. 

126 palabras dan mucho de sí en nuestras clases de lengua española en la universidad, aunque estoy segura de que se podrían difundir también en institutos de secundaria donde se aprende el español como segunda (o tercera) lengua extranjera.  

Ofrezco a continuación del texto original algunas sugerencias que podrían servir de acicate para preparar una unidad didáctica.

Anotaciones

Desde que comenzaron a vivir juntos, Andrea le dejaba a Jorge notas muy breves que garabateaba en una libreta. Como no coincidían hasta la noche, ella se aseguraba de recordarle ciertos asuntos. La relación de las últimas notas es la siguiente:

-Acuédate de comprar una barra.

-Riega los geranios, cariño.
-Compra plátanos y pescado.
-En la tintorería están las camisas.
-Te ha llamado Aurora.
-Imprime los billetes de tren.
-Recoge los análisis.
-Trae pan.
-Saca el lavaplatos.
-No queda leche.
-Riega las plantas.
-Recoge la cena.
-La TDT no funciona.
-No vengo a cenar.
-Acuérdate de recoger tus análisis.
-Las plantas están mustias.
-Llegaré tarde.
-Vuelvo el lunes.
-No me esperes despierto.
-Me he ido a vivir con Luis. Tus análisis siguen en el médico.

Autor: Alberto García Avilés

PREGUNTAS PARA RESPONDER EN FORMA DE APUNTES: 

1. Qué pasa: A través de la recopilación de unos papelitos (anotaciones) se cuenta la última etapa en la vida en común de Andrea y Jorge.

2. Dónde pasa: En la casa que comparten.

3. Cuándo pasa: En un periodo de tiempo indefinido.

4. A quién le pasa: A una pareja.

5. Desde qué voz se cuenta: En el primer párrafo en tercera persona del singular (no se conoce la voz narradora) y en las anotaciones es la voz de Andrea. 

6. Características de los elementos léxicos: Vocabulario de la vida doméstica normal y corriente; mucho uso de imperativos.

7. Cómo es el final: Refleja que ella cambia de domicilio y de él no se sabe nada.

8. Qué dice el título en relación con el resto: Anotaciones es la forma de comunicación usada entre los protagonistas. 

COMENTARIOS

Se trata de un microrrelato compuesto por dos partes: al comienzo hay un pasaje en el cual se introduce a los personajes y el hecho abordado en el microrrelato: el punto de partida de la convivencia, expresado en la forma verbal del pretérito simple o indefinido (comenzaron a vivir juntos) y circunstancias en la convivencia de la pareja expresadas en pretérito imperfecto (Andrea le dejaba a Jorge notas …. Como no coincidían hasta la noche, ella se aseguraba …); esta primera parte concluye con la presentación en presente de la última fase de convivencia:  La relación de las últimas notas … 

La segunda parte del texto de ficción está compuesta exclusivamente por la transcripción de notas que la protagonista ha dejado a su novio en su hogar común. A través de este original recurso de ficción se traza el desarrollo de la vida de los dos en sus últimos tiempos como pareja.

En este nano-universo de ficción reflejado a partir de las frases de Andrea se vislumbra el derrumbe de la relación, en la cual parece obvio que es ella quien lleva la voz cantante. Jorge permanece en la penumbra del silencio. 

APUNTES: Estos son algunos de los apuntes que proporciono a mis estudiantes antes de analizar y comentar el texto: 

Diferenciamos los significados y usos de palabras como: anotación, apunte, nota, glosa, comunicado, aviso. 

Aclaramos el error común en Alemania en el que se confunde el sustantivo apunte con noticia (Notizen). 

Asimismo, comentamos algunas características de comportamientos del siglo XXI que pueden extraerse del microrrelato: 

1.- Vivir juntos: modo de convivencia, (comentamos la palabra compuesta alemana Lebensabschnittspartner). 

2.- notas breves: la brevedad en la comunicación privada se refleja en twitter, chats, etc. 

3.- todo el día fuera: estancias cortas en el hogar común; ciudades dormitorio; distancias largas entre lugar del trabajo y hogar, etc. 

4.- ella le recuerda a él algo y no al contrario. 

5.- tintorería: las camisas ya no se lavan en casa, se llevan a la tintorería. 

6.- billetes del tren que se imprimen en casa. Antes se iba a una agencia de viajes o a la estación a comprar los billetes. Ahora se hace todo desde el ordenador privado. 

7.- análisis de sangre: los médicos piden muchos análisis antes de diagnosticar (técnica en laboratorios)

8.- lavaplatos: los electrodomésticos llenan la casa. Antes se lavaba la vajilla a mano.

9.- TDT (Televisión Digital Terrestre) 

Por último, una de las cuestiones que nos facilitan hablar de la comunicación actual interpersonal surge a partir de esta pregunta: 

¿Por qué crees que este microrrelato podría reflejar una etapa concluida en el campo de la comunicación interpersonal? 

En mis clases comparamos esta forma de comunicación escrita (Anotaciones) con algunos micro-filmes en los cuales se presentan situaciones – absurdas algunas de ellas – de comunicación en la pareja a través de redes sociales. Mi experiencia es que este tema resulta muy atractivo y motivador. 

María Jesús Beltrán, Lectora de español en el Departamento de Románicas de la Freie Universität Berlin