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EL VIAJE DE JONÁS (II): ESPACIOS

(Continuación de la lectura y comentario de la novela EL VIAJE DE JONÁS, de José Jiménez Lozano)

Todo viaje ha de desarrollarse, naturalmente, a través de algún espacio recorrido. El de Jonás, en el texto de ficción de Jiménez Lozano, es circular: Jonás sale de su casa huyendo, viaja por tierra y mar; pasa tres días en el interior de la ballena; sale del mar y va a Nínive a realizar su encargo. Por fin regresa a casa.

 En la novela El viaje de Jonás se nombran, al principio de la narración, varios viajes anteriores a pie que Jonás había hecho a Nínive, por ejemplo, para la compra del bastón y la túnica; o los viajes profesionales a Nínive donde según Jonás le han tratado mal. Una etapa del viaje es la travesía por el desierto con los mercaderes, en la primera parte de la huida que realiza montado en un camello de la caravana. Jonás, a la espera de embarcarse, deambula por Jope, ciudad portuaria donde se describen su puerto y los baños. Desde el barco donde viaja el profeta, se ve zarpar a la nave y la travesía por el mar, que Jonás pasa en la cubierta, pero sobre todo en el interior del barco, en la bodega.

 Aparece luego, en este texto de ficción, la descripción detallada de la bajada al infierno en el interior de la ballena o similar; el regreso a Jope saliendo del mar, las escenas con los portadores de noticias en la playa; y el viaje definitivo y directo a Nínive, donde se describen calles y edificios.

 Una vez cumplida la tarea, el desplazamiento es el siguiente: vemos salir a Jonás de la ciudad sin que se aleje demasiado pues espera ver la destrucción; el descanso en campo abierto bajo el ricino; la aniquilación nocturna de este y el encuentro del profeta en ese mismo espacio con la Presencia –pero sin el ricino-, momento crucial en que Jonás perdona a los ninivitas, incluidos aquellos que le habían perjudicado. Por fin, aparece Micha y anuncia el regreso al hogar.

 Se pueden establecer varios contrastes entre los espacios por los que transita Jonás: lugares domésticos o comerciales (el hogar, la tienda Tiffany´s). Espacios urbanos (Nínive, Jope), o al aire libre (desierto, mar o playa). Los espacios naturales se describen con detalle y en ellos destacan las sensaciones percibidas por los sentidos: Jonás se percata, por ejemplo, de que el silencio en el mar era doble que el silencio del desierto (p. 66). O bien se establecen comparaciones para subrayar la belleza del entorno:

 Y la noche era plácida y solemne.  Profunda como esas noches de verano que parecen una tienda levantada en el desierto para descansar bajo aquellos hermosísimos candiles, y  la consoladora brisa. Serena como las noches de invierno, en las que parece que se tocan con la mano  las esferas de cristal del mundo, y las estrellas semejan lejanas luciérnagas o preciosas piedras labradas, y distribuidas con la geometría y las imaginaciones de mapas y poetas (p. 118).

La admiración por la hermosura del espacio abierto nocturno, palacio cuajado de candiles, (p. 63) aparece también en numerosos poemas del autor recogidos en varias colecciones, por ejemplo, en el poema de ocho versos libres, titulado NOCHE DE ESTÍO, recogido en EL TIEMPO DE EURÍDICE (1996). Ahí se plasma una visión –en el sentido de mirada, acción y resultado de ver- de la noche en verano, el sonido percibido en ese espacio abierto y nocturno, pensamiento –duda-, sentimiento –esperanza- y reflexión, bajo la mirada vigilante de un pájaro nocturno.

 NOCHE DE ESTÍO

 Una noche así, en su negrura,

la lámpara de plata iluminando

mi duda y un poco de esperanza,

es como un antiguo santuario ya en desuso.

Pero ahí, aún se oye, lento,

el paso cansado de los dioses.

¿O es sólo el cárabo en vigilia

de mis pensamientos?

(EL TIEMPO DE EURÍDICE, p. 16)

 El cárabo de estos últimos versos, parece acompañar los pensamientos del poeta. También en la novela El viaje de Jonás, en una noche decisiva en el barco donde viaja el profeta, aparece un pájaro nocturo, un búho, animal del que el capitán afirma que es muy prudente y pacífico, silencioso vigilante de la noche (Es un búho. Son muy prudentes y pacíficos; los silenciosos vigilantes de la noche, p. 65. ). Jonás, en la bodega del barco, se asusta  al sentirse observado por el búho cuya mirada parecía la de un filósofo burlón, o que podía preguntarle adónde iba, de qué huía (p. 66).

 El silencio doble de la noche en el mar, la mirada del búho que hace reflexionar a Jonás sobre su huida, la tormenta desatada en medio de la noche, allanan la decisión del profeta: Ha de ser él mismo a quien han de arrojar por la borda, así lo comunica a los marineros y al capitán, y así sucede. Esta decisión da paso al primer giro en la trayectoria interior de Jonás quien en este momento admite su error con el ánimo apocado: Jonás llegó al agua hecho un ovillo, y encogido en su corazón y en su  ánima, pensando en lo mal que había hecho huyendo de YHVH, y lo necio que había sido creyendo que podía ponerse fuera del alcance de sus ojos, y disponiéndose a morir, aceptando su destino justo (p. 81).

(Continuará)

 

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Der Beitrag wurde am Mittwoch, den 7. Mai 2014 um 04:28 Uhr von Maria Jesus Beltran Brotons veröffentlicht und wurde unter COMENTAR, LEER abgelegt. Sie können die Kommentare zu diesem Eintrag durch den RSS 2.0 Feed verfolgen. Sie können einen Kommentar schreiben, oder einen Trackback auf Ihrer Seite einrichten.

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