La lengua y el valor de las palabras
El cuento La lengua de las mariposas de Manuel Rivas, es conocido no solo porque goza de una gran recepción en ámbitos escolares de enseñanza de la lengua y literatura, sino también por el éxito que tuvo la película homónima dirigida por José Luis Cuerda (1999). Moncho, el protagonista, cuenta – muchos años más tarde – cómo fue su incorporación a la escuela y habla de una forma muy vívida y expresiva de su admiración por Don Gregorio, su maestro, y de la relación que se estableció entre ellos basada en el respeto mutuo. El resumen del argumento está publicado en estas páginas virtuales y puede usted leerlo cliqueando aquí.
Mi propuesta para trabajar con este relato gira en torno al uso y función de las palabras que transmiten intenciones y conocimiento, pero que también niegan u ocultan realidades.
Los personajes
En la estructura propia de los cuentos, los personajes suelen presentarse con pocas pinceladas, en su aspecto físico y su comportamiento. En la configuración de personajes alrededor de Moncho, el protagonista, interesa analizar primero quienes son las personas importantes para él, sus puntos de referencia en la formación del niño como persona: en primer lugar, sus padres en el seno de la familia; y en el ámbito escolar, el maestro; hay además algunas personas de su entorno relevantes para Moncho. Es importante establecer tanto el vínculo afectivo que los une, como el tipo de enseñanza o conocimiento del mundo que Moncho recibe de ellos o percibe a través de ellos.
Funciones de la lengua
La influencia que ejercen los adultos en Moncho se trasluce a través de las palabras que estos le dicen; son palabras que le hacen ver el mundo de una forma concreta hasta que él mismo vive sus propias experiencias. Lo que conoce a través de los adultos está tamizado por la función que en cada caso cumple la lengua (información, aviso, amenaza, encubrimiento, etc.). El chico actúa influido por lo que escucha: va a la escuela con miedo (El miedo como un ratón, me roía las entrañas) por las amenazas del padre del tipo
¡Ya verás cuando vayas a la escuela!
Su madre le obliga a mentir, lo cual se reproduce en uno de los diálogos más dramáticos del cuento:
(habla la madre)
Recuerda esto, Moncho. Papá no era republicano. Papá no era amigo del alcalde. Papá no hablaba mal de los curas. Y otra cosa muy importante, Moncho. Papá no le regaló un traje al maestro….
(replica el hijo)
Sí que se lo regaló.
(insiste la madre)
No, Moncho. No se lo regaló. ¿Has entendido bien? ¡No se lo regaló!
(concluye el hijo)
No, mamá, no se lo regaló.
La escena dramática del final y el cambio de actitud que presenta Moncho, nace del intento desesperado de la madre por salvar a su familia: lo hace utilizando las palabras como parapeto defensivo, pero obliga a Moncho de nuevo a mentir.
¡Que vean que gritas, Ramón, que vean que gritas!
¡Grítale tú también, Monchiño, grítale tú también!
Ahora bien, cuando Moncho oye gritar improperios a su padre, que le incita a gritar él también, solo es capaz de “murmurar”, no de gritar para insultar. Ni siquiera utiliza injurias sino tres palabras relacionadas con su aprendizaje en la escuela.
… sólo fui capaz de murmurar con rabia:
¡Sapo! ¡Tilonorrinco! ¡Iris!
Esto indica que el chaval ya había empezado a formarse su propia visión de la realidad y a separarse de la influencia de sus padres.
Por otro lado, teniendo en cuenta que la narración se cuenta desde la perspectiva del protagonista ya adulto (el centro de visión de todo lo que pasa es la conciencia y percepción de Moncho), cabe cuestionarse si este habría contado los hechos, de la forma en que lo hace – sin intervenir ni juzgarlos -, de no haber disfrutado de las enseñanzas de su maestro, del que recuerda que …
… todo lo que él tocaba era un cuento fascinante. El cuento podía comenzar con una hoja de papel, después de pasar por el Amazonas y la sístole y diástole del corazón. […]
Plantábamos las patatas que habían venido de América. Y a América emigramos cuando llegó la peste de la patata.
El maestro le había acompañado y enseñado a observar la naturaleza, a partir de la cual los seres se nombran por lo que son y no por lo que representan para unos u otros.
Por muy cruel que resulte el cambio de actitud de Moncho, hay que recordar las palabras finales: el chico es incapaz de usar palabras malsonantes, injurias, maldiciones.
(continuará el 28.08.2014)
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