Hoy empezamos con la publicación del análisis y comentarios de dos cuentos que pertenecen a la colección VIVIR EN TIEMPOS DIFÍCILES: El desertor, de José María Merino y Coro, del recientemente fallecido Ramiro Pinilla.
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Demonios y ángeles caídos
La guerra queda lejos de los universos de ficción creados en los cuentos El desertor de José María Merino y Coro de Ramiro Pinilla. El fragor de las batallas, la sangre, la violencia están ausentes. Los hechos relatados en ambos textos de ficción pueden ubicarse en un contexto histórico relativamente cercano: en 1938, en la mitad norte peninsular, con el frente de guerra lejos de los pueblos donde transcurren los hechos narrados. La mayoría de los hombres están lejos – en el frente o han fallecido- y entre quienes viven en el pueblo se experimenta un temor generalizado. Los motivos de la guerra se desconocen y las noticias llegan mediatizadas por las informaciones que transmiten las autoridades civiles y eclesiásticas. En este contexto, el papel de los sacerdotes de la Iglesia católica resulta fundamental por su influencia en la población. Desde el púlpito de las iglesias, los curas demonizan al enemigo y difunden una imagen tan deformada de ellos que los habitantes de los pueblos creen a pies juntillas que son seres diabólicos con rabo y que son peligrosos como la peste.
En ambos cuentos tiene lugar una transformación vivida por personajes anónimos cuyo origen está en la fuerza del amor, en el primer relato, y en la fe compartida, en el segundo. El pueblo, protagonista anónimo en ambos cuentos, sufre y calla, pero actúa por su propia voluntad: En El desertor recuperan la celebración de la festividad de San Juan, el 24 de junio de 1938, lo que provoca gracias a la fuerza del amor, una re-visión de la vida conyugal para la protagonista; en Coro los vecinos del pueblo se reúnen espiritualmente con los presos estigmatizados por el cura desde el púlpito, repartiéndoles comida y escapularios. El universo narrativo de estas dos historias muestra la parte de atrás del tapiz de la Historia, el trastorno que produce la guerra en los pueblos que no la experimentan directamente, el sentimiento de abandono, desvalimiento y soledad de los personajes anónimos en los universos de ficción de los dos relatos estudiados.
Recordemos el argumento:
El desertor: Una mujer que vive sola en el campo porque su marido está en el frente de guerra y su suegra ha fallecido, vive dos meses creyendo que convive con su marido, que ha desertado y ha regresado a casa la noche de San Juan. Pasa el verano escondido pero conviviendo con ella. El 1° de septiembre, la Guardia Civil le anuncia que han encontrado el cadáver de su marido y que seguramente lleva muerto desde San Juan.
El desarrollo cronológico en el cuento se puede rastrear con facilidad: la pareja se casa en febrero de 1936; en julio estalla la guerra y él tiene que ir al frente desde donde le escribe cartas a su mujer que vive el primer año de soledad con su suegra. Esta muere con un racimo de uvas en la mano un año después, es decir, a finales del verano u otoño de 1937. Pasó el tiempo. Otro año. El pueblo siguió perdiendo gente, son referencias al año 1938 y el 24 de junio, la fiesta de San Juan, se vuelve a celebrar, aunque como no hay mozos en el pueblo, son los niños quienes la recuperan. San Juan representa la noche simbólica del amor entre los jóvenes. Esa noche, al regresar a casa, ella lo ve junto a la puerta en forma de sombra: gracias a la fuerza del amor, la noche de San Juan, ella recupera lo que había perdido.
(continuará)
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