Letras en danza

Lengua y Literatura en Español

REVELACIONES (II): El cogedor de acianos (I)

El cogedor de acianos

Este primer libro está poblado de gentes de toda condición y de todas las edades: niños, jóvenes, hombres, mujeres, ancianos y ancianas. Se cuentan episodios de la infancia, evocación de hechos ocurridos durante la Guerra Civil o en la inmediata posguerra, situaciones de reencuentros de personas que tuvieron una relación en el pasado, relatos de mundanidades y de seres socialmente marginados, pobres, humillados, o se narran aconteceres de unas personas que viven con un ritmo al margen del agitado mundo urbano. En  muchas historias subyace un conflicto cultural (enfrentamiento entre dos cosmovisiones), o social (poderosos frente a humillados).

El libro, en su materialidad, ya habla al lector: la portada, ilustrada con una imagen elegida por el propio escritor de entre las de sus amigos holandeses del XVII, capta un instante de comunicación entre dos personas de edades distintas que se interrogan: una mujer mayor se inclina de espaldas al espectador, medio sentada en su silla, hacia la cristalera de una estancia, detrás de la cual se percibe la presencia de un niño que la está mirando. La mano derecha de la anciana, pintada a la altura del rostro del niño, parece indicarle algo y uno se pregunta qué le estará queriendo decir. El título de la colección, superpuesto a esta imagen,  procede del último relato del libro y revela el contenido de todo él: alguien que ha cogido acianos, -pequeñas florecillas silvestres azules-, y nos los ofrece en forma de breves relatos. En efecto, cada uno de ellos es como un aciano e ilumina como en un fulgor.

En la cita preliminar se pregunta el autor con San Agustín

“desde dónde y por qué lugar entraron en mi  memoria” (estas historias); “nescio quimodo”, no sé cómo, se contesta retomando las palabras del santo.

Pues bien, la anciana de la imagen quizás se refiere a las historias de las personas mayores que de niño escuchaba Jiménez Lozano, y los acianos son  el regalo que el autor le ofrece al lector.

Las historias, dice el autor en uno de sus ensayos, las “necesitamos para vivir, para reflejarnos en ellas o reflejarlas en nosotros y entendernos.“ La lectura de las historias contenidas en estas ficciones requiere mucha atención porque cada palabra aporta una información significativa. Lo particular es que en todos los cuentos de estos dos libros aparece un detalle, una palabra o expresión, algo dicho o silenciado, que provoca un vuelco y presenta un aspecto nuevo de la vida de los personajes no intuido antes, que se convierte en revelación de vivencias caídas en el olvido o ignoradas. Esta clave puede aparecer bien en los nombres propios, o en su ausencia, en objetos o exclamaciones que adquieren un valor inusitado y muestran una verdad. Las revelaciones que aportan un nuevo significado a la historia son portadoras de la memoria de los hombres.

 Al protagonista de El niño rico (p. 144) que “vino a la plazoleta un día que buscaba un balón, que había saltado por encima de la tapia del colegio” le proponen otros niños –entre ellos el narrador de esta historia- ser de la panda. Le advierten, sin embargo, que si quiere participar en sus juegos, tiene  que acompañarlos por la noche y que no le dirán adónde. Además, le desafían replicándole que como es un niño rico no se atreverá a acompañarlos. Pero el niño rico les explica: “-Es que yo me llamo Abram”. Los niños exclaman: “–¡Ah, bueno! ¡Entonces!”. Con esta palabra clave: “entonces” referida al nombre del niño y con la que finaliza el cuento de apenas 33 líneas, se da a entender que los de la panda saben que “Abram” es la figura por antonomasia de obediencia y confianza. De manera que los niños se quedan tranquilos y lo aceptan. La memoria de un nombre bíblico se presenta como portadora de sentido en la actualidad del relato y revela la importancia que la presencia de dicha memoria tiene para los personajes de este microrrelato.

A veces es el conjunto de varios nombres lo que aporta significado manifestando la verdadera situación de los personajes centrales. En El vaso de agua (p. 123-124) se describe un encuentro armonioso entre varias mujeres procedentes de dos mundos distintos: dos monjas, que viajan en una furgoneta, hacen una parada en un pub de carretera porque una de ellas ha tenido un desmayo y necesita tomarse una medicina con un poco de agua. Las atienden varias jóvenes que están aún solas. Su primera reacción al ver entrar a las monjas es de sorpresa, aunque luego se sientan, charlan e incluso se ríen mucho todas juntas. El cuento está narrado desde la perspectiva del mundo en el pub, por la vista y el oído. El lector se sitúa allí desde el principio:

Al ver entrar por la puerta a las dos monjas”, “Habían oído parar a una furgoneta, pero creyeron que ya era algún cliente, aunque faltaba tiempo aún para que llegase la noche…”.

Los sujetos de “ver” y “oir” son las chicas, de manera que ese mundo en el que ellas se encuentran constituye el centro de atención. Las monjas que entran a pedir un vaso de agua, una “muy joven” y la otra “de mediana edad”, andan despacio al acercarse al lugar; las chicas, en cambio, ya están en ese espacio del pub haciendo tareas. El encuentro entre estos dos mundos es armónico y se percibe que ha sido agradable para todas, ya que las monjas también van comentando que “parecen muy buenas chicas”. Las que se nombran al final del relato se llaman Loli, Espe y Sole. Entonces aparece el objeto-vínculo: un libro que las monjas se dejan olvidado. Esperanza al verlo exclama: “Pero si éste es el libro de santa Teresa que siempre leía mi madre.” Y siente mucha alegría: es un recuerdo vivo de su infancia, quizás. Pero inmediatamente se dice de ella que “se le saltaron las lágrimas un poco, cuando iba con él a su habitación”: A Espe, que ahora vive ya lejos de aquel mundo, le pone triste su pérdida. Este relato, que presenta una situación circular de encuentros y recuerdos, nos hace pensar, por un lado, en los viajes de fundaciones de santa Teresa. Pero además, y sobre  todo, en estas líneas, la joven se llama Esperanza, la memoria de su pasado se actualiza y el lector ha podido ver, como por una rendija su sentimiento, su pesar. Se vislumbran la soledad y los dolores de su vida actual, se revela una vivencia.

(Segunda parte del artículo publicado en la revista ÍNSULA, Revista de Letras y Ciencias Humanas,  n° 741)

Tags: ,

Der Beitrag wurde am Dienstag, den 28. Januar 2014 um 10:29 Uhr von Maria Jesus Beltran Brotons veröffentlicht und wurde unter COMENTAR, LEER abgelegt. Sie können die Kommentare zu diesem Eintrag durch den RSS 2.0 Feed verfolgen. Sie können einen Kommentar schreiben, oder einen Trackback auf Ihrer Seite einrichten.

Schreibe einen Kommentar

Captcha
Refresh
Hilfe
Hinweis / Hint
Das Captcha kann Kleinbuchstaben, Ziffern und die Sonderzeichzeichen »?!#%&« enthalten.
The captcha could contain lower case, numeric characters and special characters as »!#%&«.